BUSTO-RELICARIO DE SAN EPÍMACO
Madera policromada, dorada y estofada, cristal y telas
28.6 x 22.4 x 12.8 cm
Taller madrileño
Hacia 1600
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
En el Imperio romano, política y religión estaban tan imbricadas que un desacato contra esta última se convertía en un delito político.
Los cristianos, al negarse a ofrecer sacrificios al emperador o a los dioses del Imperio y proclamar su creencia en Jesucristo resucitado, eran considerados enemigos del Estado. Su comportamiento se entendía como un desacato a la autoridad y una alteración de la paz y del orden públicos, por lo que eran castigados con la pena de muerte.
Eso es lo que les sucede a los santos Epímaco y Gordiano, dos mártires de diferentes siglos cuyos nombres aparecen asociados al celebrar su festividad el diez de mayo y descansar sus restos en una catacumba, a la que dan nombre, situada en la vía Latina, extramuros de Roma.
De ambos lo poco que sabemos procede de los antiguos martirologios y de la Leyenda Dorada. De Gordiano se dice que fue ayudante del emperador Juliano el Apóstata y decapitado hacia el año 360. Mientras que de Epímaco no se tiene noticia clara, tan solo que fue martirizado el siglo anterior; pero lo cierto es que existen registrados hasta cinco mártires homónimos y se ha llegado a conjeturar su inexistencia como mártir romano y que sus restos serían los de otro mártir ajusticiado en la Alejandría de Egipto.
Sea como fuere, la reliquia conservada en Santa Clara fue extraída en 1592 por el duque de Feria, durante su estancia en Roma como embajador de Felipe II ante el papa Clemente VIII.
