lunes, 1 de septiembre de 2025

PIEZA DEL MES / SEPTIEMBRE 2025


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Teca y auténtica
Plata, cristal, telas, papel, restos orgánicos, laca, cuerda.
Teca: 3 x 2.2 cm
Auténtica: 30.4 x 21.3 cm
Roma
1844
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra


Todas las culturas han venerado las reliquias como una manera de recordar u honrar a personajes relevantes o a seres queridos. Conservar una fotografía, un objeto o prenda personal, un diente de leche o un mechón de cabello permite mantener un vínculo visual y tangible con aquel ser amado o admirado, pero también con tiempos pretéritos.

En el cristianismo, desde los primeros siglos, las reliquias han ocupado un espacio muy importante. E indudablemente, en el mundo católico, tras los ataques protestantes a reliquias e imágenes, como algo propio e identitario. Abundarán las colecciones de restos santos, los suntuosos relicarios y la edificación de capillas para exponerlos. Poseer una reliquia, por modesta que esta fuese, era un rasgo de distinción.

Esta teca, una cajita de plata de forma ovalada, lleva un cristal en el frente para permitir ver las reliquias que guarda: dos partículas, que apenas se perciben, del Lignum crucis y del manto de San José, pegadas en el crucero de una cruz de papel.

En la auténtica, documento de la autoridad religiosa competente que certifica la veracidad de una reliquia, se indica que estas partículas están tomadas de «reliquias auténticas» y que se han colocado reverentemente en la teca «atadas por dentro con un cordón de seda roja y sellada con nuestro sello impreso en laca teñida de bermellón». Como no podían venderse, el obispo firmante explicita que su poseedor podía retenerlas consigo, regalarlas o exponerlas a la veneración en cualquier iglesia o capilla.


Hasta el 30 de septiembre de 2025
Galería alta 

martes, 1 de julio de 2025

PIEZA DEL MES / JULIO-AGOSTO 2025


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nimbo franciscano
Plata en su color repujada, cincelada, grabada y picada de lustre
21.6 x 14.5 cm
Carece de marcas
Segunda mitad del siglo XVII

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra



Estando en el solitario eremitorio del monte Alverna, mientras oraba, Francisco tuvo una visión: «vio bajar de lo más alto del cielo a un serafín que tenía seis alas tan ígneas como resplandecientes» que, al desplegarlas, dejo ver «la efigie de un hombre crucificado». 

Aturdido, el santo no alcanzaba a descifrar lo que veía ni el «gozo mezclado con dolor» que sentía. Se alegraba y se compadecía. Y, al tiempo que cavilaba, le «comenzaron a aparecer en sus manos y pies las señales de los clavos». Eran «unos clavos de su misma carne… que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza». Y «en el costado derecho -como si hubiera sido traspasado por una lanza- escondía una roja cicatriz…».

En los dos años que viviera tras el suceso, Francisco se cuidó de ocultar estos dolorosos estigmas a sus hermanos, aunque fue difícil no advertirlos por los más cercanos; pero, tras su deceso, en Asís en octubre de 1226, mientras se amortajaba su cadáver, se hicieron patentes para todos. 

Entendidas como un signo de su vinculación cristológica, las cinco llagas sangrantes comenzaron a venerarse y, con el tiempo, se tornaron en emblemas del franciscanismo. Dispuestas en aspa se advierten en el centro de este nimbo o aureola que, realizado seguramente en un taller de platería zafrense, sirve para rodear la cabeza de una imagen del santo como signo distintivo de su santidad.

 

 
 
Hasta el 31 de agosto de 2025
Galería alta



lunes, 30 de junio de 2025

AVISO HORARIO / JULIO-AGOSTO 2025

Del 1 de julio al 31 de agosto el horario del museo será el siguiente:
Martes a sábado de 10:00 a 15:00 horas. 
Domingos y lunes, cerrado.