martes, 1 de diciembre de 2009

PIEZA DEL MES DE DICIEMBRE

Alegoría del convento de la Concepción de Marrakech Estampa calcográfica 30 x 21 cm Pedro de Pietri, pintor Carlos Allet, grabador Roma, 1708 En Mission Historial de Marrvecos…, por Fr. Francisco de San Juan del Puerto. En Sevilla, por Francisco Garay, 1708. Monasterio de Santa María del Valle, Zafra Si en 1620 nacía la provincia franciscana descalza de San Diego, que abarcaba desde Andalucía a Marruecos; pocos años después, bajo patronato regio, se fundaba el convento de Nuestra Señora de la Concepción. Para los Hermanos Menores asentar un convento en Marrakech supuso un paso decisivo en su anhelo de evangelizar una tierra que se mostraba impermeable, desde el siglo XIII, al proselitismo cristiano. La estampa, obra de Pietro de Pietri, un artista italiano de cierto prestigio a comienzos del Setecientos, es una metáfora de la espiritualidad y oblación de los mendicantes marroquíes. El pintor, con claridad en el trazo y equilibrio compositivo, pergeña un retablo iconográfico de su martirologio y de la misión divina que se les ha encomendado. Arrodillados, en la zona inferior, los frailes de la Provincia contemplan, entre extáticos y arrobados, una visión celeste: delante de la fachada del convento de Marrakech, el beato Juan de Prado, primer ministro provincial martirizado en 1631, recibe de San Francisco orientaciones evangélicas acerca del cuidado de la misión, la atención de los cautivos y la conversión de los infieles. A los lados, dentro de óvalos laureados, asoman los doce compañeros mártires franciscanos de Marruecos, los de 1219 (Berardo, Othón, Pedro, Adiuto y Agursio) y los de 1227 (Daniel, Samuel, Ángelo, Dónulo, León, Nicolás y Hugolino). La composición culmina con una efigie de la Inmaculada Concepción, patrona del convento, a la que dos ángeles ofrecen las coronas y palmas martiriales.
Juan Carlos Rubio Masa

jueves, 5 de noviembre de 2009

PIEZA DEL MES DE NOVIEMBRE

San Miguel Arcángel Óleo sobre lienzo 59 x 42 cm M. Ortega 1853 Monasterio de Santa María del Valle, Zafra Desde que en 1453 el rey Juan II concediese la merced de la celebración de una semana ferial en torno a la festividad de san Miguel, el príncipe angélico forma parte del imaginario de la ciudad de Zafra. Significado fue el hospital de pobres, bajo su advocación, que se comenzó a reedificar, después de 1480, por manda testamentaria de la segunda Condesa de Feria. En el programa de reformas se incluyó un nuevo retablo para su capilla mudéjar, en el que lucía la famosa tabla conocida como el San Miguel de Zafra. Pintada en técnica mixta por un ignoto maestro del gótico final buen conocedor de la pintura flamenca, desde 1929 se expone en las salas del Museo del Prado. Ya en el ocaso del medievo estaba la iconografía del Arcángel asentada fielmente en el relato apocalíptico: «Entonces se entabló una batalla en el cielo. Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él». Solo el tiempo trajo la humanización del maligno, relegando los bestiarios tan caros a los maestros góticos. El lienzo expuesto, firmado y fechado en 1853 por M. Ortega, es una obra discreta, destinada a la devoción particular, en la que aún resuenan ecos barrocos andaluces. San Miguel, envuelto en luz y armado con una liviana espada de fuego, tiene a sus pies al demonio abatido; mientras, sus secuaces advierten el descalabro del que quiso ser como Dios.
Juan Carlos Rubio Masa

miércoles, 4 de noviembre de 2009

VIAJE CON MUSAS

Entre el 27 y el 30 de octubre, alumnos de Bachillerato de los IES "Suárez de Figueroa" y "Cristo del Rosario" de nuestra ciudad participaron en la actividad "Viaje con Musas", organizada en el Museo por la Red de Museos de Extremadura. Tras mostrar al alumnado lo qué es la Red de Museos regional y realizar un ejercicio de percepción del color, la forma y el olor, las monitoras pasaron a trabajar con reproducciones de doce piezas expuestas en cuatro de los museos de la Red (Textil de Plasencia, Provincial de Cáceres, Bellas Artes de Badajoz y Santa Clara de Zafra). Los grupos formados (cuatro o cinco alumnos) debían seleccionar dos piezas del conjunto y agruparlas libremente (bien por su temática, forma, época, o color…) en una exposición museográfica de su invención que debían justificar al darle título y presentarla a sus compañeros, eligiendo en un panel el color de fondo más adecuado para ser contempladas. Un ejercicio, muy interesante, de aprendizaje por descubrimiento que esperamos pueda seguir realizándose en esta casa.

domingo, 25 de octubre de 2009

MAQUETA DE LA CABECERA DE LA IGLESIA EN EL SIGLO XVII

Hace unos días, en la sala polivalente del Museo, se presentaba la maqueta que reconstruye el estado de la capilla mayor y los espacios adyacentes (sacristía, capilla ducal, enfermería y claustro) a mediados del siglo XVII, con anterioridad a la retirada de su centro de los sepulcros condales. La maqueta obra de José Cortés Luengo, guía voluntario del Museo, es un alarde de minuciosidad en la técnica, de preciosismo en el detalle y de rigor histórico en la reconstrucción de los espacios. Las miniaturas de los sepulcros han sido modeladas por Baltasar Piédrola Galván, otro de los guía voluntarios del Museo. En el acto Pepe Cortés, estuvo acompañado por guías voluntarios, miembros de la Asociación de Amigos del Museo y del Patrimonio de Zafra, familiares y amigos, que escucharon con atención sus explicaciones acerca de cómo ha ido realizando su tarea a lo largo de casi un año en una dependencia cedida al efecto por el convento.
Vaya a ambos nuestra gratitud

domingo, 4 de octubre de 2009

PIEZA DEL MES DE OCTUBRE

San Francisco en éxtasis Óleo sobre lienzo 63 x 46 cm Juan de Hermida Comienzos del siglo XIX Monasterio de Santa María del Valle, Zafra En 1263, san Buenaventura presentaba su Leyenda Mayor, en la que recogía todo lo que había que leer sobre san Francisco de Asís. En uno de sus capítulos cuenta que el santo se sentía en su cuerpo como un peregrino alejado del Señor, por lo que oraba sin descanso. Incluso andando, cuando percibía algún soplo del Espíritu divino, se detenía al punto dejando pasar a sus compañeros y se sumergía en un éxtasis contemplativo que lo alejaba del mundo sensible. Es en este pasaje en el que se inspira el autor del lienzo que conserva el Museo: Francisco, al traspasar un arco, se ha quedado inmóvil, con la mirada elevada y la boca entreabierta, contemplando una visión celestial que se nos oculta. El santo, abrigado con el sayal ceniciento y cubierto con el capucho, muestra el estigma de su costado, su descalcez y las manos enfundadas en las bocamangas en señal de mansedumbre. Tan solo la luz oscilante de una lamparilla, que pende del arco, ilumina y da forma a la escena. Abajo a la derecha puede leerse «Juan de Hermida invento». Mas no sabemos si esta última palabra sea un ablativo latino que alude a la singularidad iconográfica que cree el autor haber hallado o le falta la «r» final sancionadora de la autoría. Hermida, pintor neoclásico de raíces zafrenses, destaca en el panorama artístico sevillano del primer tercio del siglo XIX, no por su clasicismo, sino por ser pionero de la temática costumbrista romántica. En la obra que nos ocupa, más descriptiva que emocionalmente devota, se advierte junto a su formación academicista y la reconstrucción histórica, una pincelada minuciosa, corrección en el modelado y el claroscuro, pero cierta simpleza compositiva. Juan Carlos Rubio Masa

viernes, 4 de septiembre de 2009

PIEZA DEL MES DE SEPTIEMBRE

Lignum Crucis Plata dorada, cristal, papel y madera 36,5 x 14 x 2 cm Siglo XVIII Monasterio de Santa María del Valle, Zafra Desde el siglo IV, en el que se data la invención de la Santa Cruz por Santa Elena, la cristiandad ha considerado un privilegio poseer siquiera una astilla del madero en que Cristo fuese crucificado. Criticado el uso, comercio y veracidad de las reliquias por Erasmo y los reformadores, el concilio tridentino arropó su veneración y culto. De ahí que los duques de Feria, como fervientes católicos, llegaran a poseer una importante colección, que depositarían en la capilla de las Reliquias del convento de Santa Clara. Hasta tres Lignum Crucis, relicarios que contenían trozos del leño de la cruz, encargaron con el fin de albergar otras tantas fracciones, que por sus influencias iban consiguiendo: Uno, de plata y ébano, vino dentro de la remesa de reliquias que enviaron en 1603. Otro, que guardaba en su capilla privada la duquesa Jane Dormer, de oro, cristal de roca, perlas y piedras preciosas, llegó tras su deceso en 1612. Ambos pueden, hoy, contemplarse en la sala dedicada a la Piedad Nobiliaria del Museo. Pero hubo un tercero, espléndido a juzgar por las descripciones que del mismo se conservan, que fabricaban en oro dos artistas italianos y aún en 1634 no estaba terminado.El que exponemos perteneció al monasterio franciscano de San Benito y llegó a Santa Clara tras la desamortización. Las dos astillas, que quizá se salvasen de la destrucción del monasterio durante la guerra de la Independencia, se muestran pegadas a una cruz y dentro de una teca oval, en un relicario de sol realizado con piezas de plata dieciochescas, reaprovechadas y claveteadas burdamente a un alma de madera ya en el siglo siguiente.
Juan Carlos Rubio Masa

PIEZA DEL MES DE AGOSTO

Azulejo de censo Loza pintada y vidriada 13,5 x 13,5 cm Taller de Talavera de la Reina. Serie Azul Mediados del siglo XVIII Monasterio de Santa María del Valle, Zafra Inscripción: «15 / S[an]TA CLA[r]A DE ZAFRA» Los conventos, como otras instituciones religiosas del Antiguo Régimen, para señalar sus inmuebles colocaban junto a la puerta un azulejo que indicaba la titularidad y el número de registro en el Libro Becerro o de Hacienda. Esta pieza, fabricada en un taller talaverano de mediados del Setecientos, muestra sobre fondo blanco estannífero todo un conjunto ideológico en varios tonos de azul cobalto. El centro lo ocupa un escudo, ornado con roleos vegetales y corona real abierta, que trae dos de los símbolos más usuales del franciscanismo: los brazos cruzados con una cruz en medio y las cinco llagas. Se acompaña del número 15 y del apelativo popular del monasterio para marcar autoridad. A poco de morir san Francisco comenzó a difundirse entre sus seguidores la idea de la conformidad de su vida con la de Cristo. Dos años antes, en 1224, el santo había tenido una visión en la que de las cinco llagas del Crucificado, con apariencia de serafín alado, partían rayos de luz que estigmatizaron su cuerpo. Un suceso que marcará la imaginería franciscana y la emblemática de los Hermanos menores. Pero la empatía simbólica de Francisco con Cristo donde mejor se manifiesta es en la alegoría de los brazos cruzados y alzados ante la cruz. Algunos ejemplares llegan a mostrar, incluso, las manos clavadas en el travesaño, como si de dos crucificados se tratase. Algunas veces, la cruz tiene forma de Tau, última letra del abecedario griego, que fue adoptada por el santo como imagen de su vocación: la humildad y la pobreza que animaban su renovada espiritualidad.
Juan Carlos Rubio Masa

miércoles, 1 de julio de 2009

PIEZA DEL MES DE JULIO

Cáliz de san Juan Evangelista Plata y plata dorada. Cincelada, burilada y fundida 26,5 x 13,5 x 8 cm Carece de marcas Taller zafrense. Mediados del siglo XVI Monasterio de Santa María del Valle, Zafra Los talleres de platería zafrenses tienen una larga historia, aunque su auge lo alcanzan en los siglos XVI y XVII. Entonces, unas decenas de plateros se esforzaban para satisfacer la demanda de objetos litúrgicos y suntuarios de su clientela bajoextremeña. Uno de ellos fabricó este cáliz a mediados del Quinientos, para servicio litúrgico del altar; pero, readaptado, nos ha llegado como atributo de la imagen del Evangelista de la iglesia conventual. La pieza muestra pie circular decorado con lóbulos radiales, que acogen tallos vegetales y un calvario vacío; astil hexagonal con nudo ornado con gallones alternantes en tamaño y técnica; y copa acampanada aupada en seis costillas radiales. La posición poco habitual del nudo evidencia su uso postrero. La representación del apóstol Juan bendiciendo un cáliz es una herencia de La Leyenda Dorada, una compilación de hagiografías, escrita a mediados del siglo XIII. En uno de sus pasajes se narra que, predicando en Éfeso, un sacerdote pagano le ofreció una copa con veneno para probar el poder de la nueva religión. El Evangelista la tomó, y tras hacer sobre ella la señal de la cruz, bebió sin sufrir daño alguno. Por eso, en algunas imágenes puede verse salir de ella un dragoncillo, que evoca la volatilización del veneno. Como otra leyenda cuenta que se le había intentado envenenar con un cáliz eucarístico, a veces, encima del mismo vemos una hostia.
Juan Carlos Rubio Masa

lunes, 1 de junio de 2009

PIEZA DEL MES DE JUNIO

San Antonio de Padua Talla policromada 61 x 30 x 26 cm Escuela Sevillana Siglo XVII Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
El Santo, nacido en Lisboa en 1195 y bautizado con el nombre de Fernando de Bulloes, trocó su nombre por el de Antonio al abrazar el franciscanismo en 1220; si bien, el sobrenombre se lo da la ciudad italiana de Padua que le vio expirar en 1231 y custodia sus restos. Es quizá el santo franciscano más popular, el que «convierte a la vida muertas almas» escribía el poeta Cristóbal de Mesa. Canonizado al año de su muerte, desde antiguo se le invoca en el salvamento de náufragos o por la liberación de presos. Más reciente es su fama de casamentero y de recuperador de objetos perdidos; desde el siglo XIX es patrono de los pobres, por lo que las limosnas que recibía en su cepillo se aplicaban a la obra pía llamada “Pan de San Antonio”. La imagen, de escuela sevillana, es una talla delicada, de pequeño formato, que muestra una espléndida policromía, en la que destaca el estofado grabado y esgrafiado del hábito. Se le representa imberbe, con el sayal franciscano y la tonsura clerical. Si su mano izquierda sostiene un libro, sobre el que se apoya el Niño Jesús; la derecha, debería portar una vara de azucenas: atributos que vienen a recordarnos que es considerado Doctor de la Iglesia, la milagrosa aparición del Niño Dios al Santo en su celda y la pureza que mantuvo siempre «pues del mundo triunfáis, carne y demonio». La imagen del Niño, desproporcionada para la del Santo, no le corresponde y es pieza más tardía. Ignoramos el porqué, en vez de las acostumbradas flores, las clarisas de Zafra le hacen sostener un cáliz de plata con la hostia.
Juan Carlos Rubio Masa

jueves, 30 de abril de 2009

PIEZA DEL MES DE MAYO

Juan de Ávila orando ante el Crucificado Retrato calcográfico 21 x 16 cm Martín Drosivood En Vida y virtudes del venerable … P. Maestro Ivan de Ávila… Por el Licenciado Luys Muñoz. En Madrid, en la Imprenta Real, 1635. Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Al pie: El V[enerable] P[adre] el M[aestro] IVAN DE ÁVILA Predicador Apostolico Varon/ de Vida y Virtudes Evangelicas, de singular santidad. Murio en/ Montilla a 10 de Maio año de 1569 a los 69 de su edad./ M[a]Rtin DRosivood sculpsit.
El Padre maestro Juan de Ávila, el llamado Apóstol de Andalucía, encarna la inquieta vida espiritual del Quinientos, como uno de los grandes reformadores de la iglesia. La primera vez que estuvo en Zafra fue en 1546. Venía, desde Montilla, a requerimiento de los condes de Feria para atender espiritualmente a la condesa que aguardaba inquieta su primer parto. Mas sus sermones cuaresmales, en las que abogaba por castigar la carne para alcanzar la perfección del alma, influyeron hondamente en los condes, que moderaron su aparato, y en el pueblo que en masa acudía a escucharle: su verbo místico y llano dirigido a los más sencillos y humildes, arrebataba las almas y las encendía de amor a Cristo. Su estancia dejó huella en un nutrido grupo de zafrenses, que se alegraron cuando tres años después volviese, acompañado ahora por fray Luis de Granada, para impartir veinticuatro lecciones sobre la Primera Canónica de san Juan en la iglesia de las dominicas de Santa Catalina de Siena entre otras actividades. Al inicio de su biografía, publicada en 1635 por Luis Muñoz -el más importante y prolífico hagiógrafo del barroco español-, aparece este retrato inspirado en el lienzo que colgaba sobre su tumba en Montilla: una imagen no tenida por muy fiel, ya que Ávila en su humildad nunca permitió ser retratado. El del libro es una estampa devota, conveniente al tipo de obra en la que aparece, que refleja bien su ideal ascético cimentado en la oración continua y en la meditación ante la cruz. Un retrato literario del santo, nos lo ofrece su discípulo fray Luis cuando escribe que en la «gravedad» de su semblante se advertían, además, «humildad, mansedumbre y blandura natural».
Juan Carlos Rubio Masa

domingo, 5 de abril de 2009

PIEZA INVITADA

Cruz de Guía

Madera tallada en su color con detalles dorados

2,21 x 1,27 x 12 cm

Segunda mitad del siglo XVII

Hermandad del Silencio, Zafra

 

Flanqueada por faroles, encabeza en la Madrugá de Zafra la salida procesional de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de los Desamparados y María Santísima del Mayor Dolor. Un lúgubre cortejo en el que tan solo los golpes de las varas de los fiscales y de la maza del paso del Cristo, con los que se reinicia la andadura, rompen el silencio, por el que se conoce popularmente a la cofradía y a su estación de penitencia.

La cofradía de nazarenos fundada en 1946, en torno a una talla de Cristo crucificado, vino a completar las escenas de pasión de la Semana Santa zafrense. En sus reglas, como seña de identidad, se adoptó el silencio: querían evocar el carisma de los Carmelitas Descalzos que, por entonces, regentaban la iglesia de Santa Marina.

La Cruz de Guía, que exponemos, fue donada a la hermandad por las dominicas del extinto convento de Santa Catalina.

JCRM

miércoles, 1 de abril de 2009

PIEZA DEL MES DE ABRIL

Cristo escarnecido

Terracota policromada

24 x 14 x 12 cm

Siglo XVII

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra

Hacia 1580, san Juan de la Cruz notaba que la imagen religiosa tenía como fin «mover la voluntad y despertar la devoción» de los creyentes y por modelos escogía «las que más al propio y vivo están sacadas», al margen del «valor y curiosidad de la hechura y su ornato». Palabras ajustadas a la doctrina conciliar, aprobada años antes en Trento, que halla en la imaginería un recurso para conmover a los fieles, aleccionarlos en los principios de la fe y, de paso, contrarrestar la iconoclastia de los reformadores protestantes.

Aunque no eran novedosas, las imágenes vestideras adquieren a partir de entonces una enorme popularidad por su potencial dramático y su adaptabilidad a los ciclos litúrgicos. Pero, también, por su menor peso, aliviando algo su carga en los cortejos procesionales: funciones litúrgicas externas consideradas muy convenientes para la piedad popular dado su alto poder de sugestión.  

Para componer una de esas imágenes se modeló en barro, luego cocido y policromado, la mascarilla que exponemos: un rostro de Cristo patético y sanguinolento, que eleva su mirada y entreabre suplicante su boca. La pieza se insertaba en un vástago de madera, al que se ataba con cuerdas pasadas por los agujeros que se advierten. Ensambladas y articuladas llevaría las extremidades y un juego de costales rellenos o almohadillas le darían forma humanizada. Telas, pelucas y otros aditamentos lograrían, al fin, verismo.

La imagen de Cristo escarnecido así formada se utilizaba en evocaciones del ciclo pasional: la Coronación de espinas, el Ecce Homo o el popular Nazareno con la cruz a cuestas camino del Calvario. Tan solo bastaba con mudar de postura, ropajes y atributos a la figura para alcanzar el objetivo iconográfico deseado.

Juan Carlos Rubio Masa

miércoles, 4 de marzo de 2009

PIEZA DEL MES DE MARZO

Vinajeras

Plata moldeada, fundida, troquelada y calada

21 x 13 x 11 cm

Francisco de Paula Martos

Taller Cordobés. 1830

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra 

Marcas:

La de Córdoba, la del contraste Cristóbal Pesquero (1830/PESQUERO) y la del artífice Francisco de Paula Martos (F/MARTOS)

Aunque casi olvidada, Zafra tuvo otra feria, más antigua y de más arraigo que la de San Miguel. Concedida en 1395, se celebraba durante quince días en torno al 24 de junio, festividad de San Juan. Su esplendor llegó hasta el siglo XVIII, tras el que fue palideciendo para agonizar en la pasada centuria.

En la feria de 1830, el mayordomo del convento de Santa Clara adquiría, a un mercader de platería cordobés, estas vinajeras para servicio de la misa de diario. Mil quinientos veintidós reales con veintiocho maravedís le costaron los tres juegos que comprase, una cifra estimable si consideramos que equivalía, entonces, al sueldo anual de una maestra y la arroba de aceite no alcanzaba los veintinueve reales.

Este aderezo, compuesto por dos jarritas y una salvilla en la que se acomodan, se usa para contener el vino y el agua con los que llenar el cáliz antes del Ofertorio.

Obra de Francisco de Paula Martos, uno de los plateros más reconocidos de la Córdoba decimonónica, estas vinajeras responden a modelos neoclásicos, de ahí que el perfil elegido por el maestro para las jarritas recuerde el de ciertas vasijas de la antigüedad grecorromana: sobre peana circular perlada y gollete troncocónico, se dispone el recipiente, propiamente dicho, que muestra una panza aovada y un cuello cóncavo y asa sinuosa. La boca lleva una tapa alabeada en la que, para guardar el orden litúrgico, se ve un racimo de uvas, en una, y un pez, en la otra.

La bandeja o salvilla, de forma ovalada y orilla cóncava, tiene dos encajaduras donde asegurar las jarritas y se alza sobre pies trapezoidales con decoración vegetal esquemática calada.

Juan Carlos Rubio Masa

martes, 3 de febrero de 2009

PIEZA DEL MES DE FEBRERO

Escudilla

Loza pintada y vidriada

8 x 11 x 5 cm

Taller de Talavera de la Reina. Serie Azul

Mediados del siglo XVIII

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra

Inscripción: «D[oña]A BEATRIZ DE AREN[za]NA»

 

Doña Beatriz Rodríguez de Arenzana y de Mora, nacida en 1730 en Zafra y en cuna hidalga, tomó el hábito de clarisa a la edad de 15 años; y tras su profesión el 20 de octubre de 1746, fue conocida como sor Beatriz del Espíritu Santo. Toda su vida, que estuvo dedicada exclusivamente a la oración, transcurriría entre los muros de este monasterio, del que llegó a ser vicaria pocos años antes de su deceso acaecido en 1788.

Al ser miembro de una familia pudiente, aportó como dote para su ingreso en el monasterio 700 ducados en moneda, que le permitieron ser monja plena o de velo negro y poseer un ajuar para su servicio. De entre sus pertenencias se ha conservado esta escudilla, una «vasija ancha y de la forma de una media esfera, que se usa comúnmente para servir en ella la sopa y el caldo», que nos ha llegado deteriorada al haberse reutilizado como pila de agua bendita empotrada en una capilla de la clausura.

La pieza está decorada en azul cobalto, en varios tonos para dar profundidad, sobre fondo blanco estannífero. La pared externa muestra un paisaje compuesto por palacetes torreados, árboles de tronco lineal y extendida copa, arbustos punteados y pájaros esquemáticos, que culmina en un borde azulado. Dentro se orna con una cenefa de roleos vegetales y, en el fondo, un paisaje con un pájaro erguido entre dos arbustos y la inscripción alusiva a su dueña.

Los talleres y hornos talaveranos tuvieron su época de esplendor entre los siglos XVI y XVIII, siendo muy estimada su loza entre las clases acomodadas por ser abastecedores de la Corte. Esta escudilla era un objeto de calidad, delicado y precioso que perpetuaba en el claustro las diferencias sociales del siglo.

Juan Carlos Rubio Masa

martes, 6 de enero de 2009

PIEZA DEL MES DE ENERO

Niño Jesús de Belén

Madera policromada

44 x 23 x 17 cm

Fray Miguel González

Tierra Santa, 1723

Monasterio de Santa María del Valle Zafra

 

La escenificación del nacimiento de Cristo, que Francisco de Asís recrease en Greccio la Navidad de 1223, supuso un giro esencial en la imagen medieval de la divinidad: la inexorable majestad apocalíptica dio paso al amable y tierno Dios-Niño, como nacido de mujer que era.

Desde entonces, la espiritualidad franciscana contribuyó a la creación y difusión de la iconografía de la niñez del Mesías, uno de cuyos primeros modelos devocionales fijados es el que lo muestra recostado en el pesebre. Como este Niño Jesús, que exponemos, tallado en Tierra Santa y réplica cuidada del que, a comienzos del siglo XVIII, se veneraba en el convento franciscano adyacente a la basílica de la Natividad de Belén.

Esta imagen articulada, cuya «grandeza es aquella que suele tener un niño recién nacido», está tallada en un «tronco de peral», cortado «de un huerto junto a la fuente en donde San Felipe bautizó al Eunuco», y fue bendecida colocada en el «pesebre en donde María Santísima reclino a nuestro Redentor cuando le pario».

Artista discreto, fray Miguel González profesó en la provincia franciscana de San Miguel, vivió y ejerció como predicador y definidor más de doce años en las misiones de Oriente Próximo. Y a la sazón, era guardián del convento de Belén, cuando talló esta copia de su Jesús Niño, a la que llegó a sumar otras dos antes de regresar a España y traerlas consigo: una la depositó en Plasencia, para que se venerase en el altar de Santa Rosa de Viterbo; otra, en el monasterio de Santa Clara de Zafra y, una tercera, en la enfermería conventual de San Benito; de donde, tras la desamortización, pasó a manos de las clarisas y es la que pueden contemplar.