Sandalia de san Francisco
Estuche: Madera, metal, telas
6.3 x 31.4 x 13.8 cm
Siglo XIX
Reliquia: Cuero, corcho y cuerdas
25 x 9 cm
¿Siglo XIII?
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Francisco, nacido en Asís en 1181, era hijo de un próspero mercader de telas y, como tal, vivió una juventud alegre y despilfarradora y tuvo, incluso, veleidades políticas que lo llevaron a la cárcel. Pero, en 1204, abandona la vida burguesa y renuncia a su herencia para preocuparse por los indigentes y recuperar la pobreza evangélica.
En octubre de 1208, su conversión se afianza al comprender el pasaje de la «Misión de los Doce» del evangelio de Mateo. Aunque son los versículos: «No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón» (Mt 10 9-10), los que conmovieron su alma y motivaron su decisión de vestir como un pobre, con harapos, cuerdas para ajustarlos y descalzo. Francisco solo volvería a usar sandalias al final de su vida para ocultar los estigmas.
De la sandalia que mostramos, la sola memoria conventual la conceptúa como tal y narra la devoción que generaba entre las parturientas que se la llevaban a sus casas para propiciar un buen alumbramiento. En ella se advierte que, en su tiempo útil, fue muy usada para caminar, todavía tiene restos de tierra apelmazada por el sudor en la plantilla. Muestra recortes en el cuero del talón, empeine y suela, lo que evidencia su veneración en el pasado, ya que esos fragmentos se distribuirían para conformar otros relicarios. Y aunque parece pequeña para ser de un hombre, hay que recordar que Francisco era de hechura pequeña y menuda.