Niño Jesús de Belén
Madera policromada
44 x 23 x 17 cm
Fray Miguel González
Tierra Santa, 1723
Monasterio de Santa María del Valle Zafra
La escenificación del nacimiento de Cristo, que Francisco de Asís recrease en Greccio la Navidad de 1223, supuso un giro esencial en la imagen medieval de la divinidad: la inexorable majestad apocalíptica dio paso al amable y tierno Dios-Niño, como nacido de mujer que era.
Desde entonces, la espiritualidad franciscana contribuyó a la creación y difusión de la iconografía de la niñez del Mesías, uno de cuyos primeros modelos devocionales fijados es el que lo muestra recostado en el pesebre. Como este Niño Jesús, que exponemos, tallado en Tierra Santa y réplica cuidada del que, a comienzos del siglo XVIII, se veneraba en el convento franciscano adyacente a la basílica de la Natividad de Belén.
Esta imagen articulada, cuya «grandeza es aquella que suele tener un niño recién nacido», está tallada en un «tronco de peral», cortado «de un huerto junto a la fuente en donde San Felipe bautizó al Eunuco», y fue bendecida colocada en el «pesebre en donde María Santísima reclino a nuestro Redentor cuando le pario».
Artista discreto, fray Miguel González profesó en la provincia franciscana de San Miguel, vivió y ejerció como predicador y definidor más de doce años en las misiones de Oriente Próximo. Y a la sazón, era guardián del convento de Belén, cuando talló esta copia de su Jesús Niño, a la que llegó a sumar otras dos antes de regresar a España y traerlas consigo: una la depositó en Plasencia, para que se venerase en el altar de Santa Rosa de Viterbo; otra, en el monasterio de Santa Clara de Zafra y, una tercera, en la enfermería conventual de San Benito; de donde, tras la desamortización, pasó a manos de las clarisas y es la que pueden contemplar.