Nuestra Señora del Carmen
Terracota policromada, cristal, plata y madera dorada
60 x 20 x 19 cm
Manuel Gutiérrez-Reyes Cano
Sevilla
Segunda mitad del siglo XIX
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
La orden de los carmelitas surge en el Monte Carmelo, allá en Tierra Santa en el siglo XII. Y lo hace inspirándose en la vida del profeta Elías y bajo el patronazgo de un icono de Nuestra Señora llevando a su Hijo en brazos.
Pero, las representaciones más frecuentes de la Virgen del Carmen surgen en el Seiscientos, aunque parten de una visión mística medieval: amaneciendo el 16 de julio de 1251, al Prior General san Simón Stock se le aparece la Virgen para entregarle el escapulario de su Orden y prometerle la salvación a quienes muriesen llevándolo.
El escapulario de color pardo, distintivo del hábito carmelitano, es una tira de tela, con una abertura por donde introducir la cabeza, que cuelga sobre el pecho y la espalda. Para el uso de los laicos se redujo a dos pedazos de tela, con simbología carmelita, unidos por cintas para colgar al cuello.
Ambos se ven superpuestos en la efigie mariana, que llevaría otro en su mano para ofrecerlo figuradamente al santo prior, a los fieles o a las ánimas del purgatorio.
La Virgen, representada como una joven de pose elegante, rostro amoroso y ensortijados cabellos, va revestida con el hábito carmelita: túnica y escapulario marrones y capa blanca, ornados con sencillas cenefas y motivos dorados. En su brazo izquierdo porta al Niño Jesús que mira arrobado el rostro de su Madre.
Es una pieza, en barro cocido y policromado, firmada por Manuel Gutiérrez-Reyes Cano (1845-1915), uno de los más reconocidos escultores decimonónicos sevillanos. Autor de una fecunda obra esencialmente religiosa, fue profesor de dibujo y modelado y restaurador de tallas procesionales.
Hasta el 31 de agosto. Galería alta del Museo