Martirio del beato Juan de Prado
Óleo sobre lienzo
83,5 x 63 cm.
Finales del siglo XVIII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
A cierta distancia de Zafra, sobre una loma entre Almendral y Barcarrota, se levanta el antiguo monasterio de Nuestra Señora de Rocamador, fundado a comienzos del siglo XVI bajo el patronazgo de los entonces Condes de Feria.
Óleo sobre lienzo
83,5 x 63 cm.
Finales del siglo XVIII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
A cierta distancia de Zafra, sobre una loma entre Almendral y Barcarrota, se levanta el antiguo monasterio de Nuestra Señora de Rocamador, fundado a comienzos del siglo XVI bajo el patronazgo de los entonces Condes de Feria.
De modesta hechura, como corresponde al ascetismo del franciscanismo descalzo, este cenobio, construido en un calvero del encinar, acogió a Juan de Prado en 1584.
Por aquel entonces era tan sólo un joven de veintiún años, que había estudiado en la Universidad de Salamanca y deseaba seguir la vida religiosa. Mas sus dotes y preparación pronto le llevaron a ocupar oficios de guardián y maestro en diversos conventos, de definidor en la provincia de San Gabriel y, cuando en 1620 se creó la de San Diego en Andalucía, el de su primer ministro provincial.
Ahora bien, a pesar de esa brillante trayectoria, Juan de Prado nunca habría pasado a la historia florida de la Iglesia de no haber hallado el martirio en Marruecos en 1631; a donde había ido como prefecto apostólico para asistir a los cautivos cristianos.
El lienzo, que exponemos, nos muestra, el cruel suplicio que padeció durante los pocos días que estuvo retenido por no abjurar de su fe: tras ser herido por un alfanje en la cabeza, fue asaeteado y echado, aún vivo, a la hoguera. Es una estampa devota, concebida para conmover a los fieles e inflamar su piedad y, al tiempo, mostrarles que el martirio, evocado en la palma, tiene su recompensa con la gloria eterna, figurada con la corona de rosas que los ángeles se aprestan a colocar sobre su cabeza. Fue beatificado en 1728.