Cristo de los Afligidos
Madera policromada
229 x 110 x 51 cm.
Finales del siglo XVII
Colegiata de la Candelaria
Al atardecer del Jueves Santo, los hermanos de la venerable Orden Tercera de San Francisco procesionaban esta imagen de Cristo por las calles de Zafra. El piadoso cortejo partía del monasterio de San Benito donde tenía su altar y, tras cruzar la puerta de Los Santos, callejeaba intramuros para hacer estación ante los sagrarios, colocados horas antes en los monumentos de la colegiata e iglesias conventuales.
Muy venerado antaño por su aura de milagroso, el Cristo de los Afligidos se nos muestra de pie y desnudo, llagado y escarnecido, con la expresión resignada y la mirada elevada al cielo, en una imagen poco coherente con la historia evangélica, aunque pletórica de simbolismo y espiritualidad: mientras el gesto de señalar el corazón y el de aprestarse a ceñir la cruz erguida parecen hacerle musitar «¿qué más puedo yo hacer por los hombres?»; la calavera, bajo la planta del pie izquierdo, y la sierpe, aplastada por la cruz, aluden a su triunfo sobre la muerte y el pecado original.
Los precedentes remotos de esta iconografía se hallan en el Cristo de los Dolores, que grabase Durero, y en el Resucitado abrazado a la cruz, que esculpiera Miguel Ángel; pero el modelo inmediato es el Cristo de la Victoria, que guarda el convento de agustinas de Serradilla. Y casi una réplica es, si no fuera porque el de Zafra es menos sanguinolento y dramático, y muestra la cabeza alzada y bien visible la cuerda que sujeta el paño de pureza.
Aquella imagen, surgida de la visión de un fraile madrileño y de la gubia de Domingo de la Rioja, fue tallada en Madrid por encargo de una beata de Plasencia. Tanta devoción alcanzó en la corte de Felipe IV, que el modelo tuvo una amplia difusión durante el Barroco.
Juan Carlos Rubio Masa