martes, 28 de abril de 2020

EL BILLAR EN ZAFRA, MÁS QUE UN JUEGO UNA TRADICIÓN

Resulta grato, a la vez que sorprendente, ver en la pantalla de televisión imágenes de partidas de billar, aunque sea la modalidad inglesa conocida como snooker. Nadie diría que un juego, en apariencia, sencillo y un ritual cuidado sea un reclamo atractivo. Pero se equivoca quien piensa así. El juego de billar requiere de una habilidad y un ingenio poco común. Pues ser espectador de una partida con jugadores expertos es presenciar una fascinante dialéctica de geometría mental y visión espacial.

No está claro el origen de este juego, aunque hay estudiosos del tema que lo remontan a la Antigüedad. Lo cierto es que durante la Edad Moderna se hallaba muy extendido en Europa. Que esto era así basta con mencionar que el filósofo escocés David Hume recurrió al billar para explicar su concepto de causalidad. O que el gran pensador alemán Inmanuel Kant obtuviera con su práctica algún dinero con el que subvenir las necesidades diarias.  También fue instrumento de distracción para llenar los momentos de ocio de la corte. Divertimento real que influyó sobremanera en la expansión del billar, pues como era usual en los demás estamentos sociales pronto hicieron suyo el mencionado divertimento real.




Son diversas las variantes que existen de este juego, pero en España la que ha venido predominando sobre las demás es la conocida como billar francés. Probablemente su llegada se remonta a los inicios del siglo XVIII, cuando la dinastía de los Borbones en la persona de Felipe V herede la Corona española. Según las crónicas de la época era habitual que tanto el rey como Isabel de Farnesio, su segunda esposa, entretuvieran sus veladas vespertinas con la “guerra de palos y bolas”. A Zafra, como a otros lugares de la península ibérica, no tardó también en llegar. A las élites locales se sumaron los zafrenses del estado llano, que disfrutaron de este juego en cafés y bares. Para corroborar este aserto tenemos noticias del año 1792, en que se nos informa que un gran aficionado y practicante de billar era Francisco Díaz Colorado, enfermero de Hospital de Santiago. Por cierto, una inclinación que le costó más de un disgusto.

Mientras vivió, también debió ser un apasionado de este pasatiempo el zafrense Antonio Sánchez Ochandiano, pues poseía en su casa «una mesa de villar, con seis tacos, dos bolas de marfil, un rosario de bolas pequeñas de madera para tantear, dos tablas para el uso de apuntar las guerras, una, y la otra, para tantear, e igualmente una percha para destino común…». Enseres que fueron vendidos tras su deceso por Francisca Moreno, su viuda, al también vecino de Zafra Pedro Capitán en 1833. 

Una muestra más del apego al caramboleo la encontramos en un café y billar ubicado en la plaza Grande, propiedad de la sevillana María Amparo Navallas Pérez, que en 1875 lo traspasa al zafrense, originario de la localidad jienense de Puerta, Justo Marín Bono en 1875. En esta ocasión los elementos relacionados con el juego eran: una mesa de billar, veintidós tacos de diferentes formas y clases, dos taqueras medianas −una de ella pintada−, dos tanteadores –uno de caoba−, dos juegos bolas y un entarimado.

Ya en el siglo XX, los aficionados a este juego lo pudieron practicar con mayores posibilidades al proliferar los establecimientos con mesas de billar. El Salón Romero, hasta que un incendio acabó con el edificio. Los billares de Casa Eugenio, en las inmediaciones de la glorieta Comarcal, hasta comienzos de la década de 1970. También fueron lugares propicios, con alguna reserva, el Centro Recreativo Segedano y el Casino. El salón recreativo de la calle Cervantes. Y posteriormente el Hogar del Pensionista y los espacios hosteleros de “Las Tres Rosas”, “Los Billares”, “Ceca” y “Aitor Pool”.

Fue cuestión de tiempo que algunos aficionados se agruparan, lo que acaeció en los primeros compases del nuevo milenio, cuando se constituyó el “Club Billar Zafra”. Aunque su fin primordial es la práctica del billar, también emprendieron una labor pedagógica con jóvenes y niños, a los que, con la colaboración del Ayuntamiento, se les enseñó los rudimentos del juego. Una labor educativa que desgraciadamente solo pervivió dos años al faltar el apoyo económico necesario. El Club ha participado en diversas competiciones y obtenido varios galardones, pues no en vano cuenta entre sus miembros a destacados jugadores como Santi Durán o Andrés Arroyo. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos la agrupación transita por momentos críticos, pues carente de ayudas es probable que asistamos en poco tiempo a la desaparición de algo más que un juego, a una tradición. Por ello, si no queremos que el juego de billar en Zafra se convierta en un simple recuerdo, como ha sucedido con tantas otras cosas, habría que arbitrar una fórmula que ayude a este colectivo. Quizás, para empezar, no estaría de más darse una vuelta por su sede.

Allí nos vemos.

Tomado de Moreno González, José María. "El billar en Zafra, más que un juego una tradición". Madreselva, 22, abril-mayo-junio, 2017.