Grupo escultórico de las «Jornaditas»
Madera y telas
120 x 120 x 60 cm. aprox.
Siglos XVIII y XIX
Monasterio de Santa María del Valle. Zafra
Apenas comienza diciembre, lo hace el tiempo litúrgico de Adviento, que abarca las cuatro semanas, previas a la Navidad, en las que los cristianos preparan el nacimiento del Niño Dios.
Las clarisas, durante esos días, acostumbran a celebrar las «Jornaditas», una evocación piadosa de las jornadas o trechos que María y José ocuparon en recorrer el camino de Nazaret a Belén.
Aunque la novena no comenzaba hasta mediado el mes, ya que había de concluir el día 24 antes de la Misa del Gallo, las monjas principiaban los ejercicios tantos días antes como hermanas hubiese.
Cada atardecer en procesión por los claustros, la comunidad, portando las imágenes de los santos esposos, remedaba su búsqueda de posada tras el largo camino andado. Cantando villancicos, las sores se acercaban a la celda de la hermana “posadera”; a cuya puerta llamaban rogando alojamiento para los “dos pobres peregrinos”. Una vez dentro, colocaban las imágenes en un altar, entonaban cantos y rezaban cuarenta avemarías; tras lo que la “posadera” de turno obsequiaba a las novicias con las castañas y caramelos que había colocado en las alforjas del santo.
Todo venía a ser antesala de las jornadas litúrgicas, que se iniciaban el día 16 con la instalación del grupo escultórico, que exponemos, en medio del coro. El conjunto, formado por piezas de diferentes épocas y calidad, muestra a la Virgen encinta, vestida de hebrea, montada a la grupa de un asno, de cuyo ronzal tira San José.
Las “Jornaditas” tienen su origen a finales del siglo XVI y en México, en donde se conocen como “Posadas”: una manifestación de religiosidad popular que buscaba cristianizar las antiguas fiestas indígenas del nacimiento y peregrinación del dios de la Guerra, celebradas por los mismos días.
Juan C. Rubio Masa
Madera y telas
120 x 120 x 60 cm. aprox.
Siglos XVIII y XIX
Monasterio de Santa María del Valle. Zafra
Apenas comienza diciembre, lo hace el tiempo litúrgico de Adviento, que abarca las cuatro semanas, previas a la Navidad, en las que los cristianos preparan el nacimiento del Niño Dios.
Las clarisas, durante esos días, acostumbran a celebrar las «Jornaditas», una evocación piadosa de las jornadas o trechos que María y José ocuparon en recorrer el camino de Nazaret a Belén.
Aunque la novena no comenzaba hasta mediado el mes, ya que había de concluir el día 24 antes de la Misa del Gallo, las monjas principiaban los ejercicios tantos días antes como hermanas hubiese.
Cada atardecer en procesión por los claustros, la comunidad, portando las imágenes de los santos esposos, remedaba su búsqueda de posada tras el largo camino andado. Cantando villancicos, las sores se acercaban a la celda de la hermana “posadera”; a cuya puerta llamaban rogando alojamiento para los “dos pobres peregrinos”. Una vez dentro, colocaban las imágenes en un altar, entonaban cantos y rezaban cuarenta avemarías; tras lo que la “posadera” de turno obsequiaba a las novicias con las castañas y caramelos que había colocado en las alforjas del santo.
Todo venía a ser antesala de las jornadas litúrgicas, que se iniciaban el día 16 con la instalación del grupo escultórico, que exponemos, en medio del coro. El conjunto, formado por piezas de diferentes épocas y calidad, muestra a la Virgen encinta, vestida de hebrea, montada a la grupa de un asno, de cuyo ronzal tira San José.
Las “Jornaditas” tienen su origen a finales del siglo XVI y en México, en donde se conocen como “Posadas”: una manifestación de religiosidad popular que buscaba cristianizar las antiguas fiestas indígenas del nacimiento y peregrinación del dios de la Guerra, celebradas por los mismos días.
Juan C. Rubio Masa
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