Santa Teresa de Jesús
Óleo sobre lienzo
146 x 97 cm.
Segunda mitad del siglo XVII
Monasterio de Santa María del Valle. Zafra
En 1736 y en el barrio de los Mártires de Zafra, el obispo de Badajoz don Amador Merino Malaguilla bendecía el convento de Carmelitas Descalzas, que venía a sumarse a los otras cinco clausuras femeninas de la villa. Con ello cobraba forma canónica un beaterio nacido tiempo atrás, junto a la ermita de los mártires Fabián y Sebastián, que seguía el modelo del Carmelo Teresiano. Y es que el ejemplo de la santa de Ávila, tras ser canonizada en 1622, no tardó en calar en la espiritualidad de la villa; de ahí que no escaseen sus representaciones iconográficas.
En el lienzo, Teresa de Jesús, la santa “inquieta y andariega”, aparece en la intimidad de su celda, sentada ante una mesa y un libro sobre el que se apresta, con el cálamo, a anotar lo que la voz del cielo le sugiere. Estado místico que el pintor expresa elevando la mirada de la santa, al tiempo que un ángel descorre una cortina de barroca ornamentación para desvelarnos el suceso.
La composición, seguramente inspirada en alguna estampa devota, no muestra la paloma alusiva al Espíritu Santo, que sobrevuela dentro de un halo dorado o se posa sobre su hombro para dictarle los pensamientos divinos, como puede verse en otros lienzos conservados en el Museo y en la Colegiata. En éste la tercera Persona de la Trinidad, a la que la santa recurría en busca de fuerza e inspiración para hablar y escribir, solo aparece insinuada con la expresión extática del rostro de Teresa, que expresa su unión mística con la divinidad.
Juan C. Rubio Masa
Óleo sobre lienzo
146 x 97 cm.
Segunda mitad del siglo XVII
Monasterio de Santa María del Valle. Zafra
En 1736 y en el barrio de los Mártires de Zafra, el obispo de Badajoz don Amador Merino Malaguilla bendecía el convento de Carmelitas Descalzas, que venía a sumarse a los otras cinco clausuras femeninas de la villa. Con ello cobraba forma canónica un beaterio nacido tiempo atrás, junto a la ermita de los mártires Fabián y Sebastián, que seguía el modelo del Carmelo Teresiano. Y es que el ejemplo de la santa de Ávila, tras ser canonizada en 1622, no tardó en calar en la espiritualidad de la villa; de ahí que no escaseen sus representaciones iconográficas.
En el lienzo, Teresa de Jesús, la santa “inquieta y andariega”, aparece en la intimidad de su celda, sentada ante una mesa y un libro sobre el que se apresta, con el cálamo, a anotar lo que la voz del cielo le sugiere. Estado místico que el pintor expresa elevando la mirada de la santa, al tiempo que un ángel descorre una cortina de barroca ornamentación para desvelarnos el suceso.
La composición, seguramente inspirada en alguna estampa devota, no muestra la paloma alusiva al Espíritu Santo, que sobrevuela dentro de un halo dorado o se posa sobre su hombro para dictarle los pensamientos divinos, como puede verse en otros lienzos conservados en el Museo y en la Colegiata. En éste la tercera Persona de la Trinidad, a la que la santa recurría en busca de fuerza e inspiración para hablar y escribir, solo aparece insinuada con la expresión extática del rostro de Teresa, que expresa su unión mística con la divinidad.
Juan C. Rubio Masa
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