domingo, 25 de octubre de 2009

MAQUETA DE LA CABECERA DE LA IGLESIA EN EL SIGLO XVII

Hace unos días, en la sala polivalente del Museo, se presentaba la maqueta que reconstruye el estado de la capilla mayor y los espacios adyacentes (sacristía, capilla ducal, enfermería y claustro) a mediados del siglo XVII, con anterioridad a la retirada de su centro de los sepulcros condales. La maqueta obra de José Cortés Luengo, guía voluntario del Museo, es un alarde de minuciosidad en la técnica, de preciosismo en el detalle y de rigor histórico en la reconstrucción de los espacios. Las miniaturas de los sepulcros han sido modeladas por Baltasar Piédrola Galván, otro de los guía voluntarios del Museo. En el acto Pepe Cortés, estuvo acompañado por guías voluntarios, miembros de la Asociación de Amigos del Museo y del Patrimonio de Zafra, familiares y amigos, que escucharon con atención sus explicaciones acerca de cómo ha ido realizando su tarea a lo largo de casi un año en una dependencia cedida al efecto por el convento.
Vaya a ambos nuestra gratitud

domingo, 4 de octubre de 2009

PIEZA DEL MES DE OCTUBRE

San Francisco en éxtasis Óleo sobre lienzo 63 x 46 cm Juan de Hermida Comienzos del siglo XIX Monasterio de Santa María del Valle, Zafra En 1263, san Buenaventura presentaba su Leyenda Mayor, en la que recogía todo lo que había que leer sobre san Francisco de Asís. En uno de sus capítulos cuenta que el santo se sentía en su cuerpo como un peregrino alejado del Señor, por lo que oraba sin descanso. Incluso andando, cuando percibía algún soplo del Espíritu divino, se detenía al punto dejando pasar a sus compañeros y se sumergía en un éxtasis contemplativo que lo alejaba del mundo sensible. Es en este pasaje en el que se inspira el autor del lienzo que conserva el Museo: Francisco, al traspasar un arco, se ha quedado inmóvil, con la mirada elevada y la boca entreabierta, contemplando una visión celestial que se nos oculta. El santo, abrigado con el sayal ceniciento y cubierto con el capucho, muestra el estigma de su costado, su descalcez y las manos enfundadas en las bocamangas en señal de mansedumbre. Tan solo la luz oscilante de una lamparilla, que pende del arco, ilumina y da forma a la escena. Abajo a la derecha puede leerse «Juan de Hermida invento». Mas no sabemos si esta última palabra sea un ablativo latino que alude a la singularidad iconográfica que cree el autor haber hallado o le falta la «r» final sancionadora de la autoría. Hermida, pintor neoclásico de raíces zafrenses, destaca en el panorama artístico sevillano del primer tercio del siglo XIX, no por su clasicismo, sino por ser pionero de la temática costumbrista romántica. En la obra que nos ocupa, más descriptiva que emocionalmente devota, se advierte junto a su formación academicista y la reconstrucción histórica, una pincelada minuciosa, corrección en el modelado y el claroscuro, pero cierta simpleza compositiva. Juan Carlos Rubio Masa