Prorrogada hasta el próximo 26 de noviembre
DON GARCÍA DE SILVA Y FIGUEROA
Hijo de Lorenzo Suárez de Figueroa, descendiente directo de don García de Toledo, hermano del tercer conde de Feria, y María de Silva, hidalga de la vecina localidad de Medina de las Torres, donde verá la luz en abril de 1548. Aunque al poco tiempo morará en Zafra.
En la capital del Estado de Feria discurrió la primera mitad de su vida, no en vano buena parte de los bienes familiares radicaban en ella. Patrimonio que bajo la forma de mayorazgo pasó a administrar como varón primogénito. Lo que no le aseguró su futuro, pues sobre el mismo pesaban demasiadas cargas.
Precaria situación que trató de conjurar apelando a los apellidos familiares como forma de obtener la ansiada ayuda de los titulares del Ducado de Feria. Así, en distintos momentos, se intitulará García de Toledo, Lorenzo Suárez de Silva o García de Silva.
Al final sus esperanzas fueron colmadas, iniciando una carrera política al servicio de la Monarquía. En efecto, en 1595 será nombrado corregidor y justicia mayor de Jaén y Andújar. Seis años después lo sería de Toro; y en 1607, de Badajoz. Y el que fuera el cargo más importante de su vida: embajador de Felipe III ante el sha de Persia en 1614.
LA EMBAJADA A PERSIA
Felipe III retomó la idea de su padre de buscar un aliado que sirviera para abrir un nuevo frente militar en la lucha contra el Imperio Turco, detrayendo fuerzas del ámbito del Mediterráneo. A tal fin se volvió a pensar en el Reino de Persia.
Varias fueron las embajadas que se organizaron, pero ninguna obtuvo el resultado apetecido. La que iba a encabezar Don García en 1614 tampoco auguraba buenas perspectivas, pero aun así se acometió.
Don García partió de Madrid, camino de Lisboa, en febrero de 1614, desde donde se haría a la mar dos meses después. La travesía rodeó toda África para arribar a Goa, posesión portuguesa en la India. Las autoridades de este enclave opusieron diversos obstáculos para la continuación del viaje, motivo por el cual no se reemprendería hasta el mes de marzo de 1617 con destino a Ormuz, para a continuación arribar en tierra persa.
Tras largas y agotadoras jornadas Don García tuvo su primera entrevista con el sha Abbas en junio de 1618 en Qasvin. El encuentro nada produjo, quedando pospuestas las cuestiones diplomáticas para otro que debería celebrarse en Isfahán. Este se demoró hasta el verano del año siguiente.
Aunque el resultado de la legación no deparó ningún acuerdo, el viaje permitió al culto Don García adentrarse en un mundo exótico, por extraño, y plasmarlo en sus maravillosos Comentarios (basta leer la descripción de la antigua Persépolis). También nos ha llegado un documento excepcional de la embajada, el Libro Diario de Gastos, años 1619-1620, que podemos apreciar en esta exposición.
Tras muchas dificultades, Don García consiguió emprender el camino de retorno en febrero de 1624. Pero no pudo concluir su misión, pues falleció el 22 de julio, a algo más de cien leguas de las islas de Flores y Corvo, enfermo del ‘mal de Loanda’ (escorbuto).
EL LEGADO DEL EMBAJADOR
Don García fue un hombre concienzudo, metódico y celoso de sus intereses. Debió llevar un control de sus gastos originados en la embajada así como de las partidas de ingreso que le correspondían. Unas cuentas que a la postre le sirvieron para dictaminar sus últimas voluntades.
No podemos conocer todas y cada una de las mandas que plasmó en su testamento, pues solo nos ha llegado una hoja del mismo (la que se puede observar en la exposición). Lo que sí conocemos es que la mayor parte de los enseres que poseía cuando finó fueron vendidos en almoneda para con su resultado satisfacer sus voluntades.
Uno de los beneficiarios fue el Convento de San Benito, ya que en su iglesia se encontraba la capilla y entierro de su familia. Mandó que se entregasen piezas de platas, se comprasen ornamentos y se costearan una serie de obras para dejarla bien aderezada.
El Convento de Santa Clara fue agraciado con una lámpara de plata, la que debía colocarse delante de la imagen de Nuestra Señora del Valle situada en encima de la puerta de la iglesia.
Pero sería la Cofradía de la Caridad la que recibiría el grueso del legado para ayudar a cumplir sus fines. Erigida en 1528 por deseo de don Lorenzo Suárez de Figueroa, tercer conde Feria, y doña Catalina Fernández de Córdoba, su esposa y marquesa de Priego, tenía como misión ofrecer alivio a los pobres de la villa y a los presos más necesitados. Tuvo su sede inicial en el Hospital de San Miguel, trasladándose a partir de la segunda mitad del siglo XVI al Hospital de Santiago.
Díptico:
Galería alta
Del 19 de octubre al 26 de noviembre
En el horario habitual del Museo