Benditera
Plata en su color, repujada, grabada y fundida
28 x 17,5 x 9,5 cm
Francisco de Paula Martos
Taller cordobés. 1827
Colección Fernández Real, Zafra
Marcas: la de Córdoba, la del contraste Diego de la Vega y Torres (VEGA/27) y la del artífice Francisco de Paula Martos (F/MARTOS)
El agua, desde épocas pretéritas, ha sido considerada como fuente de vida y medio de purificación y regeneración. Para la Iglesia, el agua bendecida, además, evoca a Cristo que se identificó como agua viva. No es de extrañar, pues, su importancia en la liturgia y en la devoción popular.
Para contener agua bendita estaba destinada esta curiosa pieza de platería llamada benditera, que se colocaba en una de las paredes del dormitorio, para persignarse antes de dormir. Procedente del cortijo de Garay, situado a medio camino entre Zafra y Alconera, es obra del platero cordobés Francisco de Paula Martos, cuya actividad está documentada entre 1795 y 1850.
La benditera, que tiene forma de medallón del que cuelga una pilita avenerada, está ornada con ces, guirnaldas, palmas y rocallas para enmarcar un óvalo perlado con una representación de la Virgen Inmaculada. La exuberancia ornamental de regusto rococó que muestra, a pesar de lo tardía que es, contrasta con el resto de la producción neoclásica del platero, como avalan las piezas que guarda la colección conventual de Santa Clara.
La Inmaculada Concepción, que aparece como mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, es decir, como mujer apocalíptica, encinta, une sus manos e inclina su cabeza en signo de aceptación de la voluntad divina. Si la luna es símbolo de castidad, la disposición ahusada de la mujer juega con la ráfaga oval, que evoca al sol y al ostensorio eucarístico, pues su vientre fue sagrario vivo: mas la pura y limpia concepción no alude a la de Cristo, sino la de ella misma.
Juan Carlos Rubio Masa