PIEZA DEL MES - FEBRERO 2014
El clero de los primeros siglos, para celebrar y administrar los sacramentos u otros actos cultuales, usaba la indumentaria propia de la época, que en nada difería de la de los seglares.
Con el tiempo, ciertas prendas paralizaron su evolución y ya anquilosadas, hacia el siglo IX, se mudan en vestiduras litúrgicas y comienza a normalizarse la forma y uso que, con escasas variantes, nos ha llegado.
Entre todas, se distingue la casulla como la propiamente presbiteral, es «la última vestidura que se pone el Sacerdote sobre todas las otras, con que se adorna y viste para celebrar el Santo Sacrificio de la Missa» (Dic. Aut., 1729).
En la Antigüedad, se usó, primero, en los viajes para protegerse de los rigores atmosféricos y, a partir del siglo III, como vestidura ordinaria a manera de sobretodo. Originalmente eran circulares y holgadas, con una abertura central para pasar la cabeza y con capucha; pero, desde el siglo XII, «por ser mui embarazosas» se fueron recortando hasta adquirir la «forma de un capotillo, partido en dos mitades, y abierto por los lados».
La casulla expuesta forma parte de un terno verde, pues se acompaña de dos dalmáticas para los diáconos. Hecha en tela de damasco con motivos circulares tangentes y roleos vegetales estilizados, se rodea de un corto fleco verde y amarillo.
En el centro de las dos caídas lleva una cenefa de seda roja, con un bordado de aplicación formando motivos vegetales estilizados, dispuestos a candelieri, en seda amarilla y matices en blanca y verde. En el frontal lleva la inscripción «XP̅S» y, en el espaldar, «DN̅S» y «NTSR» o Christus Dominus Noster, que alude al yugo del Señor que acepta el sacerdote al vestirla.