jueves, 1 de mayo de 2014
PIEZA DEL MES - MAYO 2014
Hasta el siglo IX, no hay constancia del uso diferenciado de colores en las vestiduras y paramentos litúrgicos según las épocas o festividades anuales.
Es a comienzos del siglo XIII, cuando el Papa Inocencio III establece los colores básicos: blanco, rojo, negro y verde. Enseguida, se adopta el morado. En el Quinientos, Pio V añade el rosa y, en el siglo XIX, la iglesia española introduce el azul para honrar a la Inmaculada Concepción.
Todos estos colores están cargados de simbolismo y orientación catequética. Así, el blanco, que representa la luz, la gracia o la gloria, se emplea en las fiestas no pasionales de Cristo y en las de ángeles y santos no mártires. Pero, como también es símbolo de pureza, en las festividades marianas.
El rojo evoca la sangre y el fuego; el amor, el heroísmo y la caridad. De ahí que se use en las celebraciones de la Pasión de Jesús, o en las fiestas de los apóstoles, evangelistas y mártires. Y, como símbolo del Espíritu Santo, en Pentecostés.
El negro es el color del luto, por lo que se usa solo en funerales. Mientras que el verde que personifica a la vida se usa en los oficios y misas del Tiempo Ordinario.
El morado encarna la humildad y la penitencia, y se emplea en Adviento y Cuaresma. Por lo que el rosa, que se interpreta como un morado atenuado, es decir como un alivio de la penitencia, se usa en la liturgia de los domingos Gaudete, el III de Adviento, y Laetere, el IV de Cuaresma.
De este color es la casulla expuesta, que se conoce en el convento como la Japonesa por el tipo de flores bordadas de inspiración oriental que muestra.