Iglesuela de hojalata
Hojalata, cristal, latón e hilos metálicos
32 x 17.5 x 33 cm
Siglo XIX
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
En el claustro monástico hay una hornacina acristalada en la que las monjas veneran y conservan una imagen, de tamaño natural, de san Buenaventura revestido con el hábito cardenalicio. En su mano izquierda ostenta como atributos un libro de talla y, sobre él, esta iglesia en miniatura, confeccionada por un hábil hojalatero.
Plateada para ocultar la pobreza matérica, es una ingenua y evocadora síntesis de un edificio eclesial: un volumen prismático o nave con contrafuertes y pináculos en las esquinas, un fanal acristalado que alude al crucero y al ábside, y una fachada con su puerta abatible y una espadaña con tres campanillas colgantes de sus huecos.
La iglesia, como distintivo iconográfico, es propia de los padres o doctores de la Iglesia: santos reconocidos por los concilios o los papas como maestros de la fe. Ocho eran los primeros, cuatro de rito latino (Ambrosio, Jerónimo, Agustín y Gregorio Magno) y cuatro de rito oriental (Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno y Juan), todos de los siglos IV y V.
Once siglos después, los papas definieron los criterios para acceder a tal dignidad y nombraron como doctores al dominico Tomás de Aquino (1567) y al franciscano Buenaventura de Fidanza (1588).
Desde entonces acá, la nómina de los doctores modernos alcanza los treinta y seis, entre ellos Juan de la Cruz (1926), Teresa de Jesús (1970), la primera doctora de la Iglesia, y Juan de Ávila (2012).