Huella del pie de Cristo
Telas, hilos, tinta, madera y cristal
29,3 x 37,2 cm
Tierra Santa
Siglos XVIII y XIX
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 12) narran que, tras contemplar como Cristo se elevaba al cielo, los once volvieron a Jerusalén «desde el monte llamado de los Olivos». Lugar en el que en el siglo IV se levanta una iglesia para conmemorar el suceso.
Destruida y reconstruida sucesivamente, por musulmanes y cruzados, finalmente es derruida en el siglo XIII para levantar una mezquita. Aunque respetaron una pequeña capilla centralizada, como signo de buena voluntad hacia los cristianos. Es la llamada Capilla de la Ascensión, en cuyo centro se venera una roca que tiene grabada la huella de un pie, al que la tradición reconoce como el vestigio o pisada última de Jesús antes de elevarse.
Este podomorfo, considerado como verdadera reliquia de Cristo, fue reproducido en telas que, por contacto, eran convertidas en reliquias cargadas del mismo poder taumatúrgico que la huella pétrea. Para identificarlas llevan impresa con tinta la leyenda latina «Vestigium D[omini] N[ostri] J[esu] C[hristi] in Monte + Oliveti», que puede traducirse como huella del Nuestro Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos.
Fueron los franciscanos quienes difundieron la veneración de estas improntas al llevar su emblema, la Cruz de Jerusalén, en todas ellas. Volver de Tierra Santa con reliquias de contacto, piedrezuelas de los Santos Lugares u objetos artesanales de madera y nácar fue usual entre los frailes que colmaron sus conventos y los de clarisas con este tipo de recuerdos.