Divina Pastora de las almas
Estampa calcográfica
10.4 x 7.5 cm
Mediados del siglo XVIII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
La devoción a la Divina Pastora de las almas y su iconografía surgen en Sevilla en 1703, como ocurrencia -algunos dicen que visión- del fraile capuchino Isidoro de Sevilla, que buscaba innovar el rezo público del Rosario con una procesión por las calles de la ciudad y una predicación final.
Para conmover a los fieles, el fraile se hizo acompañar de un estandarte en el que mandó representar a la Virgen vestida de pastora y que, bajo su dictado, pintaría el murillesco Alonso Miguel de Tovar. Nacía así una nueva iconografía mariana que, con limitadas variantes, obtuvo un éxito tan inmenso que alcanzó hasta la América hispana y provocaría ciertas discrepancias teológicas.
La estampa apenas se aparta de aquel lienzo tierno y edificante que turbaría a los fieles sevillanos. María aparece sentada, en medio de una campiña y a la sombra de un árbol, con zamarra, sombrero de ala ancha y cayado pastoril. Por cima, dos ángeles la coronan como Reina del Cielo y, a sus plantas, un rebaño de ovejas, con rosas en la boca, se arracima para recibir sus amorosas caricias. En la lejanía, se ve un dragón, envuelto en llamas, emergiendo de la tierra para devorar a una oveja extraviada que, al exclamar «AVE MARÍA», es auxiliada por el Arcángel San Miguel.
El rezo del Rosario, ramillete de rosas ofrendado a la Virgen, tiene como recompensa la salvación frente al maligno de quienes lo tienen a devoción.