Relicario de san Timoteo
Madera tallada y dorada, textiles, vidrio, alambres, papel, tinta dorada y restos óseos
34.3 x 16 cm y 13.8 cm Ø base
Segunda mitad del siglo XVII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Entre las primeras comunidades cristianas destacó la figura de Timoteo, al que se cita en los Hechos de los Apóstoles y en las Epístolas de San Pablo.
Según los Hechos, residía en la desaparecida ciudad de Listra, adonde llegó Pablo para consolidar su iglesia. Tras conocer lo hondo de sus creencias, le ruega que le acompañase en su labor catequética. Siguió al «Apóstol de los Gentiles» en sus viajes por Asia Menor y Grecia, siendo testigo de la fundación de la iglesia de Corinto. Su misión específica fue preparar el camino evangelizador de Macedonia y guardar la fe en la comunidad de Éfeso.
Timoteo es citado en las Epístolas a los romanos, en la segunda a los corintios y en las dirigidas a las comunidades de Filipos, Colosas y Tesalónica. A él, Pablo dirigirá dos de sus cartas conservadas y de su prisión en Roma da cuenta en su Epístola a los Hebreos. Fuentes más tardías apuntan que fue obispo de Éfeso y martirizado en torno al año 96.
Sus restos fueron llevados a Constantinopla para su veneración en el 356 y, tras la cuarta cruzada y el saqueo de la ciudad (1202-1204), a la localidad italiana de Térmoli, en la costa del Adriático. En fecha indeterminada, ya en la Edad Moderna, para evitar un posible saqueo por los turcos, fueron escondidas y olvidadas. Se recuperaron casualmente, en 1945, tras una excavación en la cripta de la catedral.
De este relicario, con forma de ostensorio, se desconoce su procedencia; quizá llegase al monasterio desde alguno de los conventos femeninos exclaustrados tras la desamortización decimonónica.