viernes, 1 de enero de 2016
PIEZA DEL MES - ENERO 2016
Niño Jesús de la Pasión
Madera policromada, cristal, postizos, telas y metal dorado
49 x 20,5 x 19,5 cm
Escuela andaluza
Siglo XVIII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
La devoción al Niño Jesús, tras el Concilio de Trento, conjugará en las representaciones plásticas la inocencia y el candor infantiles con el drama y el tormento postrero de la cruz.
Surge, entonces, la alegoría iconográfica del Niño Jesús de la Pasión: niños compungidos que juegan con los instrumentos de su venidero martirio, que llevan la cruz a cuesta, se clavan una espina, duermen sobre la cruz o sobre una calavera…, o toman el cáliz y levantan sus ojos lacrimosos e implorantes, como si escenificaran la oración en el huerto.
Impactantes imágenes que no pertenecen a la historia evangélica, pero que conmovían el corazón de los fieles, al advertir la debilidad, propia de la naturaleza humana de Cristo, en el presentimiento en su niñez de su trágico final. Y entre las monjas, además, eran «objeto de piadosas meditaciones» y motivo de compasión.
Aunque las esculturas de Jesús niño eran habituales en el orbe católico barroco, es en las clausuras donde más abundaban. Cada hermana tenía, en su celda, una a su cuidado y devoción, a la que ornaba, alumbraba y rezaba. Una imagen que venía con ella, formando parte de su ajuar, cuando entraba como novicia en el convento.
Son tallas completas, pese a ser concebidas para vestirse: las monjas las ataviaban como si de un niño verdadero se tratase y aprovechaban los tiempos litúrgicos para renovarles el color de los ropajes.
Hoy, pueden considerarse como reliquias pretéritas, pero siglos atrás suponían una sublimación de la maternidad renunciada de las sores y su asimilación a María como madre virgen, al tiempo que la aceptación espiritual del Divino Infante como esposo.
La pieza ha sido conservada durante la campaña de restauración del verano 2015
por Conso Muñoz Gonzalez y Cándido Baquero Muñoz.
Hasta el 31 de enero. Galería alta del Museo