Candeleros
Plata en su color, torneada y cincelada
25.5 x 14.5 cm
Antonio Ruiz de León
Taller cordobés
1779
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
La iluminación ritual de los edificios cultuales cristianos fue habitual desde los primeros tiempos, documentos antiguos cuentan la ingente cantidad de lámparas encendidas en una de las basílicas romanas. Sin embargo, no está claro para los liturgistas cuándo se inicia la costumbre de alumbrar el altar.
Aunque un mosaico del siglo IV o V, encontrado en Túnez, muestra el interior de una basílica, sobre cuya mesa hay tres candeleros, la primera referencia escrita sobre el uso litúrgico de velas es del siglo VIII. En el Ordo Romanus Primus se señala cómo los siete acólitos ceroferarios que acompañaban al Pontífice, tras la procesión de entrada, debían dejar a los lados del altar los cirios encendidos que portaban.
A comienzos del segundo milenio, en frescos y miniaturas que representan interiores eclesiales, ya se advierten sobre el altar dos velas; un uso litúrgico que ratifica el papa Inocencio III en De Sacro Altaris Mysterio a finales del siglo XII.
El ordenamiento litúrgico postrero prescribe como inexcusables en el altar dos velas encendidas para las misas rezadas, es decir, las más sencillas. Ya que en las cantadas o solemnes se pueden usar cuatro o seis velas, y siete si la preside el obispo diocesano.
Esta pareja de candeleros de altar es obra de uno de los plateros cordobeses más destacados del siglo XVIII: Antonio Ruiz de León el Viejo, cuya actividad se centra entre 1759 y 1786.
Siguen un diseño de la época de Carlos III, en el que las tres partes de que constan (pie, astil y mechero), aunque se distinguen mediante estrangulamientos, conservan su continuidad a través de los gallones y estrías helicoidales que los surcan.
Marcas: Del artífice Antonio Ruiz de León (A/[R]VIZ), del contraste Mateo Martínez (-9/MART[ÍNEZ] y el león rampante de Córdoba.
Galería altadel Museo. Hasta el 30 de septiembre