Cruz relicario
Madera, cristal, hierro, telas, papel,
tinta y restos orgánicos
49.7 x 33.2 x 1.9 cm
Siglo XVII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Desde los primeros siglos, la Iglesia ha venerado los restos de los mártires tanto para honrar su memoria, como para fortalecer la fe de los fieles al considerarlos referentes de conducta evangélica.
Una muestra de la devoción a las reliquias es esta sencilla cruz relicario que contiene, en su frente, dieciocho tecas circulares con restos de otros tantos mártires de los primeros siglos. Realizada a mediados del siglo XVII, guarda la colección particular de un devoto, quizá una monja o fraile, que la destinó a estar colgada en alguna capilla u oratorio.
El conjunto, que acoge restos de cristianos inmolados por su fe entre los siglos II a IV, parece estar encabezado por santa Jucundina, cuya teca se encuentra en la cúspide de la cruz. Otras siete se distribuyeron en el patibulum para guardar reliquias procedentes del cementerio de Calixto, de las once mil vírgenes o del papa san Ceferino. Mientras que las ocho del pie del árbol se destinaron a contener las de santa Felicitas y de sus siete hijos mártires: santos Felipe, Vidal, Félix, Jenaro, Marcial, Alejandro y Silvano.
A través de la veneración de estos minúsculos fragmentos óseos, los devotos sentían cercanía con la santidad, experimentaban una unión espiritual con aquellos que gozan ante Dios de la vida eterna alcanzada por su martirio.