Relicario de un mártir emeritense
Madera, cristal, papel y restos óseos y dentarios
38 x 33.5 cm
Finales del siglo XVII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Aunque Mérida, en el martirologio, es reconocida a través de santa Eulalia (292-304), también debieron ser martirizados junto a ella otros miembros de su comunidad cristiana durante las persecuciones de Diocleciano. O así lo creyeron quienes encontraron la tumba de la que procede esta reliquia: un fragmento de la mandíbula inferior y un molar, probablemente de un varón. Sin embargo, nada sabemos de su procedencia exacta, excepto que en la filacteria que la acompaña lleva escrito: «S[an]to Martir de Mer[id]a».
El coraje de Eulalia en su denuncia y el violento martirio que padece, con tan solo doce años, daría ánimo a los cristianos frente al acoso pagano, llegando a convertir a la niña mártir en un símbolo de la fe y su tumba en un centro de peregrinaje. Tras el 313, con el Edicto de Tolerancia, se levanta sobre su sepultura un edículo martirial y, en su redor, un cementerio cristiano: una tierra en la que descansar junto a la heroína. ¿Pudo venir de este camposanto la reliquia expuesta?
Sea como fuere, llegó de Mérida al Monasterio de Santa Clara, donde fue colocada en la capilla-relicario que los duques de Feria habían levantado en la iglesia conventual hacia 1600. Para su exposición a los fieles, las monjas encargaron un marco, tallado en madera, en el que los dorados roleos vegetales envuelven una teca oval que protege los restos tras su vidriera.