Cruz de mayo
Cañamazo, lana de colores,
madera, cristal y saetines
54.5 x 64 cm
Josefa Antoñoty
Finales del siglo XIX
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
Reconocido es que ciertas fiestas de la Antigüedad transmutaron su primigenia significación pagana en pos de su asimilación dentro del cristianismo. Es posible que entre ellas se encuentren las celebradas a comienzos del mes de mayo: las de las mayas y mayos y la de las Cruces o cruz de mayo. Ambas relacionadas con el arribo de la primavera y la exaltación de la naturaleza florecida.
La segunda se corresponde con la festividad litúrgica de la Invención de la Santa Cruz a la que se consagra el día tercero del mes. Una celebración que, aparte de las solemnidades religiosas, tiene un marcado tinte popular y en la que las flores, la música y el baile rodean, en un ambiente distendido, la cruz desnuda. Familias, barrios o cofradías se afanan en engalanar sus cruces de madera con devoción en patios, plazuelas o capillas, lo que no obvia que, en su redor y al atardecer, pueda surgir el bullicio y el holgorio propios de un ancestral festejo.
Este contexto evoca el cuadro en el que una cruz colocada sobre una peana o altar se rodea de una guirnalda de flores. Bordado a finales del Ochocientos, sigue la técnica del punto medio o petit point. Un método, de posible origen francés, que simplifica el del punto de cruz o en aspa, al usar solo la diagonal. Tras dibujar el motivo a representar sobre el cañamazo, con lana de diferentes colores se fue rellenando con este punto sencillo y pequeño que, al final, resulta más tupido que el precedente.