TRIUNFO DE LA INMACULADA
SOBRE EL DRAGÓN APOCALÍPTICO
Óleo sobre lienzo
106 x 135 cm
Taller sevillano
Mediados del siglo XVII
Colección particular, Zafra
A lo largo del siglo XVII hubo un florecimiento de la tesis inmaculadista, que argumentaba que la Virgen había sido concebida limpia del pecado original. Fue tal, que incluso la Monarquía española llegaría a preconizar este postulado para su elevación a dogma.
Pero la creencia era antigua. Las certidumbres de los primeros siglos fueron retomadas, en el medievo, por los franciscanos que se convirtieron en sus adalides.
De ahí la presencia, en el lienzo, tanto del rey católico, quizá Felipe IV, como de un fraile, san Francisco seguramente, que flanquean a una mujer alada, que representa a la Inmaculada Concepción, rodeada de ángeles portadores de soles, como ella, con motes referidos a su pureza.
Es una iconografía infrecuente, cuyo sustento ideológico se encuentra en el Apocalipsis, 12 1-17, en el que se narra la «Visión de la Mujer y el Dragón».
Si en el capítulo, se reconoce a este como Satanás; en la Mujer se ha visto a María, que recibió «las dos alas del águila grande» para salvarse del maligno. Entonces, el Dragón de siete cabezas, irritado por no poder matarla, «se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos», a los que se identifica con los seguidores de Jesús.
En esta ofensiva contra la cristiandad, bajo el sol y la luna, la Virgen alada, el rey y el santo, conjurados, amarran con el cordón franciscano al Dragón, que se revuelve ante las estocadas que le infligen el Hijo, Cristo Nazareno en sayal, y la Iglesia. Envolviendo la batalla, se disponen el Tetramorfos, las Mujeres Fuertes y guerreros antiguos.
Una alegoría franciscana sostenida en las Escrituras y en el verbo, de ahí los textos alusivos a María y las plumas portadas por los personajes.