Inmaculada Concepción
Grabado calcográfico a buril sobre vitela
9.6 x 6.8 cm
Cornelis Galle el Viejo (1576-1650)
Escuela Flamenca
Primera mitad del siglo XVII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
La Inmaculada Concepción aparece como iconografía mariana tras el Concilio de Trento, aunque existen indicios previos. Es ahora cuando se conjugan en la representación los conceptos de «Tota pulchra», la «Ipsa» del Génesis y los signos de la mujer apocalíptica, como se advierte en esta estampa, grabada e impresa para la devoción privada por Cornelis Galle, un artista nacido en Amberes y formado en Italia.
La locución «Tota pulchra» es el inicio de una antífona latina que dice «Toda limpia eres María y no hay mancha original en ti». Expresada en la juventud, el arrobo de la Virgen y en la vara de azucena, símbolo de la pureza, que lleva entre sus manos cruzadas sobre el pecho.
En contraste, sus pies aplastan una serpiente con una manzana entre sus fauces, que alude al pasaje del Génesis (3 15) en el que Eva, seducida por ella, ofrece a Adán el fruto prohibido. Tras pecar, Dios amenaza a la sierpe, al diablo, con el «ipsa conteneret» o «ella lo vencerá», que se ha interpretado como prefiguración de María, la nueva Eva.
Mas la Inmaculada se muestra entre nubes, encinta, con la luna esférica bajo sus pies y su cabeza coronada de doce estrellas. Motivos surgidos de la «Visión de la Mujer y el Dragón» del Apocalipsis (12 1-3), una escena celeste en la que una Mujer a punto del parto, María Virgen, es atacada por el maligno, «la serpiente antigua», que quiere «devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz».