Cruz palestina
Madera de olivo, nácar y cuerda
18.7 x 8.8 x 0.9 cm
Belén. Tierra Santa
Taller palestino
Siglo XVIII
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra
En Tierra Santa, desde el siglo XVII, se va desarrollando una industria artesanal de objetos devocionales con destino a los peregrinos que acudían a los Santos Lugares, que tuvo en Belén su principal centro productor.
Los franciscanos que habitaban en el convento, sito junto a la Basílica de la Natividad, dada la importante comunidad de cristianos de la ciudad, incentivaron la enseñanza y la práctica de la taracea o embutido en la madera de olivo local de placas de nácar o madreperla, procedente del Mar Rojo. Una técnica artesana que provenía de la ornamentación de muebles en tierras de Siria y Líbano.
En uno de esos talleres palestino-cristianos se hizo esta cruz, pensada para ir colgada del pecho del devoto en su peregrinar o de un clavo en una alcoba o celda monástica a su vuelta. Para fabricarla, el artesano cajea todo el frente de la madera para incrustar pedazos rectangulares de nácar sobre los que, después, graba los motivos iconográficos que tiñe con tinta negra para resaltarlos.
Como símbolo esencial de todos los cristianos, la cruz es el objeto devocional más reproducido, en el que es habitual su trazo ingenuo, pero emotivo de las representaciones. En esta, el crucificado simula estarlo sobre una cruz arbórea; por cima, el tablero con el INRI y, a los lados del "patibulum", dos de los instrumentos de la Pasión: las tenazas y el martillo. Y, en la parte baja del "stipe", su Madre, cuyo inmenso dolor evoca el puñal que traspasa su pecho.