viernes, 24 de abril de 2020

EL CUBO DE LA MURALLA Y LA PUERTA DE BADAJOZ

La puerta de Badajoz libre del muro que la cegaba
 
Todos los días, al terminar mi jornada en el Instituto, paso bajo el arco del Cubo. Todo los días, hasta hace unos pocos, dejaba a un lado una nave-taller abandonada, cuyo volumen ocultaba un trozo bien conservado de la muralla urbana de la ciudad y la mitad del torreón norte de la misma, y la desde antiguo cegada puerta de Badajoz, que se abría dentro del propio torreón.

Poder ver desembarazo de obstáculos este entorno, poder ver la puerta practicable era una vieja ilusión, anidada en todos los que amamos el patrimonio de Zafra. Un sueño que por fin estamos viendo convertido en realidad gracias al interés y la gestión del actual equipo de gobierno municipal.


Detalle de la imagen anterior. Pueden verse el umbral y los escalones añadidos

Pero seguro que algún lector querrá saber algo de la historia de ese entorno, antes de comentar la demolición del taller y la liberación de añadidos de estos espacios.

Retrotraigámonos, pues, al 20 de mayo de 1426. Ese día, en una ceremonia «a hora de misa», el joven Lorenzo Suárez de Figueroa, el que llegase a ser primer Conde de Feria, en presencia de su padre, a la sazón primer Señor de Feria, puso la piedra inaugural de las obras de la muralla de la villa. Bajo la misma, para memoria del evento, había colocado media dobla de oro, en la que los nombres grabados de Cristo y María servirían de cimiento espiritual. Unos veintitrés años duraron las obras, en las que coadyuvaron, además del arca señorial, la del concejo y la mano de obra del vecindario. Fue, pues, una obra comunal que buscaba el progreso de la villa, al dotar a los comerciantes y artesanos de una seguridad de la que carecían; aunque, también, como contrapartida sirvió para el control impositivo de la producción y del comercio por parte de su señor jurisdiccional.

En 1449 y ya cuarentón, Lorenzo Suárez mandó colocar un tablero epigráfico conmemorativo de la terminación de la cerca en la puerta de Sevilla, que fue lo último que se construyó. Quizá la zona contraría, la de la puerta de Badajoz, la que ahora nos interesa fuese la primera.

La muralla fue fabricada de mampostería pobre. Un documento de 1784 señalaba que está hecha de «piedra tosca y tierra» y tenía una altura de seis varas (poco más de cinco metros) y un grosor de tres (unos dos metros y medio), datos que se advierten en la zona que el derribo del taller mecánico ha dejado visible. Para defensa del adarve, la cerca llevaba merlones, no sabemos si paralepipédicos o con cobertura piramidal. De estos últimos subsisten algunos en lo que resta de la barbacana del alcázar, junto a la puerta de Palacio; de los primeros ninguno, si bien parecen advertirse en algunas zonas de la muralla en la conocida estampa Profil de la ville de Çafra en Espagne, del grabador Israel Silvestre, que se guarda en el Museo Santa Clara. Una imagen que, por la posición del dibujante, no refleja el aspecto de la zona que nos ocupa.

El objetivo prioritario que animaba al artífice que diseñó la puerta de Badajoz y el baluarte del Cubo era la señalada recaudación impositiva. Si atendemos al plano de Zafra realizado por Coello, en la puerta Norte del recinto murado, la que nos ocupa, confluían los caminos de Badajoz, ciudad que por aquel entonces estaba controlada por los Suárez de Figueroa, y los de Feria y Fuente del Maestre, y a través de ellos los del resto de las villas y aldeas del Estado señorial.

Tal como hoy vemos la puerta y el torreón, a menos que se indique, no se percibe con claridad esa función fiscalizadora: la puerta medieval se concibió originalmente dentro del torreón o cubo, al que atravesaba en acodo, para enfilar intramuros por la calle Badajoz. Dentro los oficiales señoriales o concejiles tendrían su oficina de control y recaudación de todo lo que se mercadeaba a través de los caminos y calles que en ella confluían. Seguramente, en el siglo XV, los dos niveles de que consta el cubo estuviesen comunicados; pero separados por una estructura de madera que servía de techo a uno y de suelo a otro. Si bien, a finales de la centuria siguiente se construyó la bóveda de crucería simple que hoy vemos, que apoya sobre tres ménsulas y una columna adosada. Sus empujes, no resueltos completamente a pesar del enorme grosor de los muros, son los responsables de las grietas que vemos en la torre y de la ligera separación de las dovelas de la portada.


Interior del Cubo. Antes de retirar el suelo decimonónico y resultado final


En tiempos modernos, obsoleto su destino y siendo un obstáculo al tráfico, se cegó la puerta y se abrió un arco más amplio en el lienzo de muralla adjunto. Fue entonces cuando la puerta de Badajoz perdió su nombre, para comenzar a llamarse arco del Cubo. De estos cambios da cuenta un documento de 1774 que señala que «antiguamente era la entrada al pueblo por dicho cubo, y la justicia, para evitar los perjuicios que ocasionaban sus ocultas entradas, dispuso condenar y tapiar las puertas y abrir un arco muy capaz y descubierto en el lienzo de la muralla». Esta posición desequilibrada ha propiciado que varios autores llegasen a creer que pudo existir otro torreón similar en el lado opuesto del arco.

Probablemente en el siglo XV, la de Badajoz fuese la puerta más importante, tanto desde la óptica de las relaciones comerciales, como por su apariencia simbólica, al ser el acceso inmediato a la villa desde el área de influencia más importante. Razones que llevarían a colocar el cubo, muy sobresaliente por su planta ultrasemicircular, en la zona más aguda del enorme óvalo perimetral de la muralla, como si fuera el mascarón de proa de un barco, y sobre la puerta los escudos pareados, seguramente de Lorenzo Suárez y de su esposa María Manuel, y una hornacina con un relieve marmóreo que representa a Santiago Matamoros, alusión clara a la orden de caballería a la que tan unida estuvo el linaje.

A finales del siglo XVIII se anotaba que el cubo está «luzido todo con la imagen de Señor San Santiago de medio relieve descubierta y las armas de la Casa de Feria también descubiertas, aunque apenas se conocen», por lo desgastadas que estaban. El relieve, también, muy erosionado, aún permite ver detalles como la capa, el sombrero de peregrino que lleva el apóstol sobre la armadura, las vieras santiaguistas y su factura gótica. No puede sostenerse, pues, que represente al segundo Señor de Feria, al constructor de la muralla, como hemos leído. Además los nobles españoles de esa época no estaban ni estuvieron imbuidos de la mentalidad renacentista italianizante que les llevase a retratarse en lugares tan visibles. Tan solo, muchos años después, veremos como sus retratos irán cobrando vida en los cenotafios que mandan esculpir en la iglesia del convento de Santa Clara.

Interior del Cubo. Bóveda de crucería
Las obras se iniciaron a comienzos de mayo pasado, pero no fue hasta una mañana de finales del mes de julio cuando pudimos ver el espacio y el baluarte libre de los gruesos muros, la uralita y estructura metálica de los tejados del taller. Mientras tanto, se había procedido a actuar en el interior del torreón liberando el suelo primitivo del grueso nivel de relleno que mostraba.

Como es sabido, el torreón y los espacios adyacentes habían sido vendidos por la Casa de Medinaceli a Cayo José López, el que fuese primer Marqués de Encinares, a finales del siglo XVIII. De tal manera que esos espacios desde entonces fueron adoptando nuevas funciones y, poco a poco, fueron cambiando y degradándose.

Probablemente, la construcción de un cobertizo al otro lado del torreón motivó la apertura de una puerta de comunicación con éste y la elevación del suelo de la planta baja para enrasarlos. Esta obra, que debe fecharse en el siglo XIX, se completó con la reducción del espacio de la portada extramuros y la colocación de cuatro escalones en el ancho del muro. Así mismo, se cerró con una puerta de menor tamaño, el arco que protegía la portada intramuros.



Lápida funeraria del siglo XIX que formaba parte del suelo

El suelo de ladrillo y los escalones ocultaban un relleno de acarreo, suelto, en el que han aparecido algunos fragmentos cerámicos de tinajas, platos o vasijas, que pueden ser fechados entre los siglos XVII al XIX, restos óseos de animales, metálicos y un proyectil. Reaprovechada como parte del suelo, y vuelta, había una lápida funeraria de mármol. Fechada en 1849, cerró el nicho en que fue enterrada la señora María Antonia Hurtado, esposa de Isidoro García de Vinuesa, que fue administrador del duque de Medinaceli.

Al derribar el muro que cegaba la portada extramuros se ha descubierto la media caña que adornaba el arco y el umbral primitivo de pizarra. Por cierto, que la altura inadecuada que tiene hoy el escalón se debe a que se rebajó el suelo extramuros para facilitar el tránsito por el arco que se abrió en la muralla.

Interior del Cubo. Columna que soporta uno de los nervios de la bóveda de crucería y hornacina emplazada en el hueco de la tronera

Tronera de cruz y orbe


Pero el descubrimiento patrimonial de esta obra ha sido, a mi juicio, la aparición de una tronera que había permanecido oculta por la pared del taller. Situada en el comedio del cubo y en una posición muy baja, es un hueco en el muro, provisto de abocinamiento interior, que servía para disparar con armas de fuego. Está fabricada en granito y, por la forma de su embocadura externa, es de las llamadas de cruz y orbe. Las troneras más antiguas se fechan en el último cuarto del siglo XIV; mas parece que su introducción en España no es anterior al primer cuarto del siglo XV. Esta pieza descubierta, pues, es una de las más antiguas conservadas, ya que su cronología debemos situarla entre 1426 y 1449, las fechas extremas de la construcción de la muralla como hemos visto.


Estado actual de las obras

Con esta actuación patrimonial y urbana creemos que nuestra ciudad recobrará un área, el de la puerta de Badajoz y el arco del Cubo, ciertamente degradada y deseamos sea, a partir de ahora, un espacio positivo de referencia en nuestra visión de Zafra.


Texto tomado de Rubio Masa, Juan Carlos "El cubo de la muralla y la puerta de Badajoz. Hacia una nueva imagen de Zafra", publicado en Zafra y su Feria, 2009.