viernes, 10 de abril de 2020

PEDRO DE VALENCIA: CUARTO CENTENARIO

Hoy, 10 de abril de 2020, se cumple el cuarto centenario de la muerte del humanista zafrense Pedro de Valencia en la Villa y Corte. A pesar del tiempo transcurrido su figura y su obra no han caído en el olvido, debido en gran medida a la labor de investigadores e instituciones educativas y culturales.

El Centro de Estudios de Estado de Feria y el Museo Santa Clara de Zafra, organizadoras de las Jornadas de Historia de Zafra y el Estado de Feria, han decidido dedicar las XXI Jornadas a tan destacado personaje, para ello se ha invitado a diversos especialistas para que nos hablen sobre aspectos de su obra.


No obstante, como anticipo, en este 10 de abril los cronistas de Zafra creemos que es una buena ocasión para conocer algunos pasajes de la vida de tan destacado hijo de esta ciudad.


 
Retrato de Pedro de Valencia. Instituto Valencia de Don Juan, Madrid




Nacido el 17 de noviembre de 1555 en el seno del matrimonio formado por el cordobés Melchor de Valencia y la zafrense Ana Vázquez, recibió las aguas bautismales en la nueva Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, la cual el vería convertida, aunque ya no morara en Zafra para entonces, en Insigne Colegial. Pasó Pedro de Valencia los primeros años de vida en su villa natal hasta que la familia se trasladó a Córdoba, donde estudió Arte y algo de Teología en el colegio de la Compañía. A pesar de sus intenciones de cursar estudios eclesiásticos, fue enviado por la familia a Salamanca para formarse para formarse como jurista.

Lo más destacable de sus años de estudiante es el interés que mostró por los estudios teológicos y por aprender lenguas bíblicas, así como la fama de lector incansable que tuvo. De su estancia en Salamanca surge su relación con el Brocense y de manera indirecta su conocimiento y amistad con el que sería su maestro más admirado, Arias Montano.


Tras sus años de estudiante, y la muerte de su progenitor, regresó a Zafra dedicándose al ejercicio gratuito de su profesión y al estudio de autores clásicos y de los textos bíblicos. Alternó en esta época la residencia en Zafra con temporadas junto a Arias Montano, a quien servía como colaborador y amanuense, en la Peña de Aracena y Sevilla. En 1587 se casó con su prima Inés de Ballesteros con quien tuvo una descendencia numerosa, destacando entre sus hijos, Melchor, que fue catedrático en Salamanca, y sucedió a su padre como cronista del reino. La familia llevó siempre una vida tranquilla, con bastantes apuros económicos hasta que se trasladaron a Madrid para ocupar Pedro de Valencia el puesto de cronista de Felipe III.


El talante de Valencia es el propio de un humanista, penetrado por el espíritu erasmista que se extendió por los ámbitos más cultos e inteligentes de la época, con una considerable dosis de escepticismo que le permite la mirada crítica hacia todo lo que le rodea y que convierte esta mirada en un estudio responsable e inteligente. Se trata de alguien respetado y escuchado por los hombres más importantes del momento, de un creyente que es capaz de mantener su fe sin entrar en conflicto con las evidencias que la razón le trae ante sí y, lo que es más importante, sin caer en las muy activas manos del Santo Oficio.


Dos de los textos más importantes de Pedro de Valencia son el “Discurso sobre el precio del trigo” y el “Discurso acerca de la moneda de vellón”. Ambas obras critican las nefastas consecuencias que las sucesivas alteraciones provocan en la gente más pobre.


De ideas prefisiocráticas, basa la riqueza de un país en el desarrollo de la agricultura. Ataca de frente el problema de aquellos que no quieren trabajar, como lo demuestra el “Discurso contra la ociosidad”. No se trata de un pensador servil a los intereses de los más poderosos; siempre se pone del lado de la razón y es capaz de proponer un reparto de tierras al mismo tiempo que critica la ociosidad de la mayoría o sale en defensa de la razón y de la cordura ante la Inquisición.


Otros trabajos que salieron de su pluma fueron: “Discurso acerca de las brujas y cosas tocantes a la magia”, “De las enfermedades de los niños”, “Discurso sobre el pergamino y láminas de Granada”, “Discurso sobre el adecentamiento de la labor de la tierra”.


Mención especial merece uno de los primeros textos que escribió el humanista y que concitó en aquellos siglos, e incluso posteriormente, la admiración de los más importantes pensadores. Se trata de su principal obra filosófica, su tratado sobre la verdad,

Academica sive de iudicio erga verum. Constituye uno de los primeros y más importantes estudios históricos que de la filosofía se han realizado en la modernidad por su precisión crítica y metodológica, así como por su gran respeto y conocimiento directo de las fuentes.

En sus últimos años se afanó por defender la labor y los trabajos de su maestro Benito Arias Montano.