Pero esta clasificación, no siempre refleja la verdadera historia de los edificios, al obviar que bajo esa blancura se oculta, a veces, una pintura mural basada también en la cal, pero de apariencia y color bien distintos. Nos referimos a la técnica del esgrafiado, que se aplicaba cuando la vivienda ya estaba prácticamente concluida y se pasaba a rematar su fachada o zócalos, interiores o exteriores.
De este modo se introducen elementos ornamentales, unas veces sacados de repertorios cultos, otras de gran ingenuidad y primitivismo, que suponen una aparente alteración de la austeridad dominante en la arquitectura vernácula. Pero su uso se extiende a monasterios, iglesias, ermitas, palacios y casonas solariegas, que se sirvieron de este tipo de ornamentación para ocultar sus pobres paramentos de pizarra y ladrillo, con simples esgrafiados de sillería falsa o para extender todo un rico programa heráldico y simbólico.
Pero lo cierto es que su uso estuvo muy extendido en toda la región, hasta el punto que si desprendiéramos del encalado, tan tradicional en el sur de Extremadura, de muchas de las casas tradicionales, aflorarían sin duda restos de esgrafiados, como ha ocurrido en los casos de viviendas zafrenses a los que aludiremos.
Casa de la calle Toledillo |
La técnica del esgrafiado
El esgrafiado es una técnica decorativa de muros y bóvedas, a la que se atribuye un origen italiano; si bien, su uso en España está muy extendido desde, al menos, el siglo XV. Y en Extremadura alcanza cotas de gran calidad en los restos conservados fundamentalmente de los siglos XVI al XVIII.
Para ejecutarlo es preciso que sobre los paramentos (generalmente pobres: mampostería o ladrillo) se extiendan varias capas de mortero de cal, para que hagan un cuerpo con el muro o bóveda y no se desprendan. Sobre ellas se aplican las capas de revoco final de un espesor de pocos milímetros. Frecuentemente estas capas últimas van coloreadas, es decir, son una mezcla de cal y arena teñida con algún colorante, a veces carbón vegetal o ladrillo machacados.
Cuando estas últimas capas están mordientes, es decir, el revoco está todavía sin fraguar, pero seco al tacto, se procede a aplicar sobre ellas una plantilla o molde de hojalata, en la que van silueteados o en negativo los motivos ornamentales, dependiendo del efecto (relieve o rehundido) que se quiera lograr. Con una espátula o raspador, el alarife pasa después a descarnar la última capa de revoco para provocar el contraste que busque.
Los esgrafiados más abundante y sencillo son los de sillería falsa. El albañil no necesita más que una regla o listón de madera para guiarse por los paramentos y simular un aparejo isódomo o regular (muro en el que los sillares son de igual altura y se hace coincidir la unión de los sillares de una hilada con el medio de los que están encima). Lo normal es que el sillar simulado vaya raspado y la llaga blanca y sobresaliente, pero también podemos encontrar ejemplos a la inversa. Como los primeros están decorados, aunque con muchos defectos ya, por el paso del tiempo, los muros exteriores de la colegiata de la Candelaria y lo estuvieron los interiores. Esa misma ornamentación tuvo el monasterio de la Encarnación (iglesia del Cristo del Rosario) o el monasterio de Santa Clara, por citar ejemplos de nuestra ciudad.
Muy originales son los figurados y ornamentales (blasones, medallones con bustos, querubines, roleos vegetales, siluetas anomalísticas…) que suelen ser de origen libresco, para ello tras realizar unas plantillas de las formas deseadas se pasan al muro. Más abundantes son los motivos geométricos de raíz popular que bien se trazan con plantillas o con regla o compás. Un ejemplo paradigmático de este tipo de ornamentación esgrafiada encontramos en la conventual santiaguista de Calera de León; y aquí, en Zafra, son abundantes los motivos heráldicos de la Casa de Feria y las cenefas de roleos en el monasterio de Santa Clara.
En el mismo convento, decorando la fachada de la puerta reglar, hay un conjunto de esgrafiados, en el que se usa ceniza o carbón machado en la mezcla del mortero, para simular un zócalo de sillería y un marco arquitectónico para una hornacina. Conocemos su fecha: un letrero, lógicamente esgrafiado, recuerda que se hizo «EN EL AÑO DEL SEÑOR DE 1625». Pero esta ornamentación no siempre estuvo a la vista, enjalbegada permaneció oculta hasta hace unas décadas: poco a poco, las clarisas fueron descubriendo esta pequeña joya, que el cambio de gusto o ciertas creencias la ocultaron bajo un impropio encalado.
Pero, en Zafra, nos esperan sorpresas. En el propio convento, en la recepción del Museo Santa Clara, situada en la sacristía, hay algunas catas en las que se advierten preciosos esgrafiados, que esperan su restauración. Pero será la imagen de la capilla y el arco de Jerez las que puedan maravillarnos cuando se proceda a la restauración de su fachada extramuros, si alguna vez se acomete. En el pasado, toda se mostraba esgrafiada (como la puerta de La Salud de Plasencia) y, por tanto, de un tono de color y de una apariencia distinta por su ornamento. Fíjense, tan solo, en uno de los laterales de la espadaña. En la última restauración que se acomete en el edificio ya se advirtió la presencia de esgrafiados y la directora de la obra rescató como una muestra los que había en esa zona. La falta de presupuesto impidió continuar con el resto, mas esa es otra historia…
Dos hallazgos recientes
Son bien conocidos en Zafra, además de los ejemplos señalado, los esgrafiados de la planta alta de la Casa del Ajimez, que siempre se mantuvieron a la vista, enmarcando la célebre ventana bífora, o el de la casa de la calle Badajoz, descubierto hace unos quince años bajo capas y capas de cal blanca que ocultaban su relieve. Hace menos años pareció un fragmento de pared pintada y esgrafiada en la esquina exterior de capilla de San José: una pieza, por ahora singular, que espera su recuperación para nuestro disfrute.
Pero, en los dos últimos años hemos visto como afloran muestras de ese pasado, de esa imagen oculta de la ciudad y se restauran gracias, sobre todo, a una nueva sensibilidad por el patrimonio que está calando entre nuestros convecinos.
La primera muestra la encontramos en una casa de la calle Toledillo. Es solo un fragmento de la decoración mural que debió cubrir toda la fachada a finales del siglo XVI. Quizá sea el ejemplo más antiguo conservado, aunque la datación dada deba ser provisional a tenor de la persistencia en el tiempo de este tipo de ornamentación entre los alarifes. El alzado de la casa, decorado con sillería falsa (450 X 320 cm de superficie mural), culmina en una cenefa (de la misma longitud por 80 cm de alto) con roleos y formas que recuerdan los grutescos y la labor a candelieri del Renacimiento.
Casa de la Calle de la Cruz |
El segundo ejemplar apareció en una casa de la calle de la Cruz, bien conocida por la ornamentación monumental que presentaba: salientes volutas coronando la puerta y las ventanas y pilastras enmarcando el piso alto. Toda enjalbegada ocultaba unos magníficos paneles esgrafiados y unos elementos estucados que ya han superado una primera fase de restauración. Aquí, la ornamentación esgrafiada es de raíz más popular, en contraste con las formas arquitectónicas cultas y de claro barroquismo. Una labor de entrelazado curvilíneo serpenteante con cuadrifolias en los espacios libres y unos originales cuadrados recambiados que crecen hasta formar estrellas de ocho puntas, con molinetes en el seno del menor. Muy delicada es la cenega de roleos vegetales que enmarca, a modo de un antiguo alfiz mudéjar, el dintel de la puerta. Como casa pudiente, a ambos lados de la puerta aún están las argollas que servían para atar las cabalgaduras.
El proceso de restauración
Como en cualquier proceso de recuperación de una obra dañada o alterada por el tiempo o los malos usos, para restaurar los esgrafiados de estas dos fachadas citadas el primer paso fue realizar catas que permitieran una primera evaluación de daños.
Un momento de la restauración del panel de la casa de la calle Toledillo |
Así se advirtieron faltas de adhesión del mortero con respecto al paramento con disgregación elevada del mismo, oquedades con abolsamientos y faltas de cal en los volúmenes del dibujo esgrafiado, desgastes, erosiones en las zonas punzadas. Bajo las capas de pinturas, morteros añadidos, encalados coloreados sobrepuestos, etc. cabe añadir la presencia de suciedades, mohos, líquenes, que ocasionan un trabajo adicional, incrementado por carbonataciones severas.
Después de realizar algunas catas para localizar el sentido del dibujo se fue descubriendo, intercalando el uso del cincel y el bisturí, a la vez que consolidando, ya que mostraban numerosas oquedades y disgregaciones con peligro de desprendimiento, con caseinato y espuma de poliuretano inyectada (según la profundidad y el tamaño de la oquedad) y sicocryl para las disgregaciones y como protección final.
Primera fase del proceso llevado a cabo en la casa de la calle de la Cruz |
Y en el caso de la casa de la calle Toledillo, a fin de evitar que, una vez terminadas las labores de restauración, se actúe en la limpieza de los ladrillos que sobresalían en ángulo, a modo de pequeño alerón, para la eliminación de caliches, se decidió acometer su limpieza.
La restauradora actuando en la cenefa que bordea la puerta de la casa de la calle de la Cruz |
En síntesis, el proceso seguido en ambas fachadas consistió en limpieza superficial (eliminación de capas sobrepuestas de cal, carbonataciones, exudación de sales, etc.). Consolidación interna mediante inyecciones de caseinato. Consolidación externa con estabilizante higroscópico. Cogida de bordes con mortero de cal y arena. Reintegración del mortero a bajo nivel. Reintegración de esgrafiados a bajo nivel y con entonación mediante cal y pigmentos puros y protección final.
Tomado de Rubio Masa, J.C. y Polo Serrano, Victoria. "Esgrafiados de Zafra. Una antigua técnica de pintura mural que se va desvelando". Zafra y su Feria, 2010.